El 1° de enero de 1976 la industria petrolera venezolana amaneció nacionalizada.
Pdvsa nacía con severos obstáculos. El primero era que, aunque dueños del petróleo, no teníamos acceso a los mercados internacionales. El segundo obstáculo era que 75% de nuestras reservas correspondían a crudos pesados, con mucho azufre, que los mercados no deseaban. Solo los podíamos vender mediante acuerdos de comercialización con las transnacionales que habíamos nacionalizado y a precio de gallina flaca. A los compradores solo les interesaban para mezclarlos con crudos de otras procedencias.
Emprendimos un ambicioso programa de cambio en los patrones de nuestras refinerías a fin de transformar nuestros crudos pesados y ácidos en productos de alto valor. Aun así, no teníamos acceso a los mercados.
Surgió entonces una oportunidad. A raíz de una de las crisis en el Medio Oriente, algunas refinerías en Estados Unidos y Europa se quedaron sin suministro de crudo. Pdvsa pudo comprar algunas a precio de ocasión. Tal fue el caso de Citgo que ya era dueña de varias refinerías en territorio norteamericano. En 1986 adquirimos 50% de sus acciones; después, en 1990, compramos el restante 50%.
El paso siguiente fue titánico. Teníamos que realizar cuantiosas inversiones para dotar a esas refinerías de procesos de conversión profunda (craqueo catalítico) a fin de adecuarlas a las características de los crudos pesados y ácidos de Venezuela.
Pero el gobierno de la época no aportó los fondos requeridos, ni estuvo dispuesto a otorgar avales para lograr los créditos que se requerían. Se optó por contratar financiamientos que serían pagados con el flujo de caja de la propia Citgo. Eso limitó por algunos años la repatriación de dividendos a Pdvsa. El financiamiento se terminó de pagar en 1997 y quedamos libres de esa condición.
Citgo es el principal brazo comercializador de nuestro petróleo. La empresa llegó a ser propietaria de 8 grandes refinerías en Estados Unidos con capacidad para refinar más de 1,5 millones de barriles diarios, además de 66 terminales. Tenía participación en oleoductos que atravesaban Estados Unidos de sur a norte y disponía de más de 15.270 estaciones de servicio (más que restaurantes McDonald’s) que aunque no eran propias, eran franquicias abanderadas con la marca Citgo y vendían gasolina y productos venezolanos.
Para 1998 las refinerías de Citgo eran las siguientes: Lake Charles (320.000 b/d), Paulsboro (84.000 b/d), Lemont (160.000 b/d), Sweeny (213.000 b/d), Savannah (28.000 b/d), Lyondell (265.000 b/d), Corpus Christi (150.000 b/d) y Chalmette, esta en asociación con Exxon Mobil y donde se terminaba de procesar el crudo inicialmente mejorado en Jose proveniente de la asociación estratégica que teníamos con esa empresa en la faja del Orinoco. Llegamos a controlar 10% del mercado de gasolina más grande del mundo: el de Estados Unidos.
Se logró una integración vertical admirable capaz de agregar valor en cada eslabón de la cadena, gracias a la cual el petróleo proveniente de nuestros yacimientos era despachado a los automovilistas norteamericanos, después de haber sido extraído en nuestros pozos, procesado en nuestras refinerías, transportado en nuestros oleoductos, embarcado en nuestros supertanqueros, manejado en nuestros terminales y vendido en nuestras estaciones de servicio Citgo.
Llegó la revolución.
Con la revolución el gobierno decidió desprenderse de varias de esas refinerías y vendió la participación que teníamos en varios oleoductos, que por cierto se usarán ahora para unirlos con el oleoducto Keystone cuya construcción autorizó el presidente Trump y llevará hasta el golfo de México 800.000 barriles diarios de petróleo de Canadá desplazando al de Venezuela.
Por ahora nos quedan cuatro refinerías. Unas las vendimos y otras, como el caso de Chalmette –que teníamos en asociación con Exxon Mobil– la perdimos al echar de Venezuela a esa empresa y perder el arbitraje internacional en el Ciadi.
De las que quedan, la de Sweeny la tenemos en asociación con Conoco Phillips. Nuestra participación está en riesgo, porque esa empresa también ha demandado a Pdvsa en el mayor de todos los arbitrajes internacionales ante el Ciadi, cuya decisión se espera este año. De las ocho refinerías iniciales solo nos quedarían tres.
Para colmo, de las 15.270 gasolineras hoy quedan menos de 6.000 en manos de Citgo y la capacidad de refinación se redujo a 749.000 b/d.
Citgo ha sido desmembrada, endeudada y totalmente hipotecada: 50,1% para garantizar el pago de los bonos de Pdvsa, cuyo vencimiento se renegoció hasta el año 2020, y el restante 49,9% para garantizar un préstamo de la empresa rusa Rosneft.
Peor aún, corre el riesgo de ser embargada para atender las resultas de los arbitrajes internacionales que de manera sistemática Pdvsa ha venido perdiendo ante el Ciadi, así como en otros juicios que se nos han abierto por expropiaciones.
En 1998 exportábamos 1,5 millones de barriles diarios de crudo y productos a Estados Unidos –fundamentalmente a nuestra propia filial Citgo– con lo cual éramos el principal suplidor extranjero del mayor mercado petrolero del mundo: Estados Unidos (que por cierto se encuentra a apenas 5 días en tranquero de Venezuela). Allí disponíamos de una inmensa red de refinación diseñada como un traje a la media para las características de nuestros crudos.
En revolución eso cambió. Hoy sólo exportamos a Estados Unidos la mitad, unos 750.000 b/d, porque el gobierno decidió cambiar ese mercado por el de China (que está a 45 días en tanquero en lugar de 5) y donde no existe ni una sola refinería capaz de procesar nuestro petróleo.
Del petróleo que enviamos a China no queda nada, porque se destina íntegramente a pagar deudas contraídas con ese país.
Es como si un huracán lo hubiera barrido todo. La única explicación de tanta locura la encontramos en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013. Olvidándose de las prioridades económicas, el plan promueve una nueva estrategia geopolítica cargada de dogmatismo que procura, textualmente, “la diversificación de las relaciones políticas, económicas y culturales, con la idea de construir un mundo multipolar que quebrante la hegemonía del imperio norteamericano” buscando acercamientos “con otras naciones alineadas en similares trincheras antimperialistas o con polos de poder extrarregionales que contribuyan a quebrantar dicha hegemonía” (pág 6).
El único impacto en el “imperio” fue que al estimular las inversiones en “fracking” su producción doméstica creció en 5 millones de b/d y hoy dependen menos de nosotros. La única quebrantada resultó ser Venezuela.
Comentario : nunca supimos apreciar lo que tuvimos ( que dolor ). H.C. - Ex-trabajador petrolero )
Enviado desde mi iPa
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