Racionamiento del siglo XXI
29 DE AGOSTO 2014 - 00:01
Resulta increíble lo que está ocurriendo en Venezuela, donde los problemas se superponen de una manera diabólica, sin que el Gobierno les dé una respuesta adecuada. La acumulación de errores es tal que, el propio Schemel -no puede ser tildado de oposicionista-, da cuenta de que la popularidad de Maduro ha caído 18% en nueve meses; o sea, el desmadre debe ser mayor.
Ahora bien, ante el creciente malestar social, las neuronas de quienes tienen las riendas del poder no funcionan dentro de un marco de racionalidad democrático, sino, más bien, apuntan a mantenerse por la fuerza. Así, ante las dificultadas a enfrentar, usan el manido expediente cubano de la represión, la intimidación y la intervención social, que ha facilitado a los hermanos Castro ser los dueños y señores eternos de esa bella isla caribeña.
Entonces, se diseña un costoso mecanismo de castigo de última tecnología que perfectamente puede ser calificado de “racionamiento del siglo XXI”, y es la demostración palmaria del fracaso de un sistema, de un modelo, que no ha dado pie con bola en ninguna parte del mundo, que Chávez, en su terquedad mesiánica, impuso al país. Eso de destruir intencionalmente a la empresa privada para depender umbilicalmente de las importaciones, no solo es la fuente de corrupción más grande jamás vista en Venezuela, sino que, sumado al inoperante control de precios -para mantener a raya a los pocos productores nacionales-, ha sido la razón fundamental del desabastecimiento y la escasez, no sólo de los productos primordiales, sino también de toda clase de bienes y servicios.
Primero, fue la guerra económica, la cual no permitía que la gente tuviera acceso a la cesta básica y, ni siquiera, a algo tan esencial como el papel tualé y otras menudencias. Para ello, se dispuso de todo nuestro moderno arsenal militar a los efectos de enfrentarla. Pero, ¡oh, sorpresa!, eso no fue suficiente. Después de la toma -manu militari- de establecimientos de electrodomésticos y línea blanca, el desabastecimiento y su correlato la escasez, empeoraron; siguen vivitos y coleando, como si nada hubiera pasado. Entonces, era menester buscar otra excusa, otros culpables, otro escenario. Así, descubren la tesis del contrabando de extracción, principalmente hacia Colombia, como el causante de nuestras desdichas y se apela para acabarlo a los mismos que lo han “tolerado” durante tantos años.
Al final surge la receta cubana de la tarjeta de racionamiento, pero actualizada a los tiempos, con las captahuellas en supermercados, bodegas, tarantines y afines. No sé si a los buhoneros les aplicarán lo mismo. Maduro para edulcorar semejante barbarismo -antes lo había descalificado- dice que “No es un sistema de racionamiento; es cero racionamiento. Al contrario, es para que todo lo que “produce” (las comillas son mías) la República sea conseguido por el pueblo…” La verdad, esto no busca frenar el contrabando, es un aparato retorcido de control social, de desgaste, de chantaje, para que la gente no tenga tiempo de pensar en nada, mientras no encuentra lo que busca.
@Freddy_Lepage
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