jueves, 25 de agosto de 2016

Las Rectoras 'dopadas" Eddie Ramírez


Las Rectoras ¨dopadas¨ y  Acuerdo Nacional
​ 

​Ed​
die A. Ramírez S.

Los Juegos Olímpicos han degenerado. Antes no competían atletas que devengaban ingresos por practicar el deporte, no existía el dopaje y durante las Olimpíadas se suspendían las guerras. Hoy hay atletas que ganan millones, un creciente porcentaje se dopa, no existe un armisticio entre quienes están en guerra y un egipcio mahometano  se niega a saludar a un judío israelí. Desde luego respetamos a la mayoría de los atletas que juegan limpio. Quizá  las olimpíadas reflejan lo que sucede en muchos países, en  los cuales personas inescrupulosas utilizan el engaño para imponerse.
Tal es el caso de las cuatro Rectoras del CNE quienes se ¨dopan¨ con patrañas  amparadas con el poder que detentan circunstancialmente  para actuar con ventajismo con el objeto de avalar a un régimen dictatorial. Olvidan que el pueblo las abuchea y las desprecia,  tal como los espectadores en Rio con los atletas que  han utilizado sustancias prohibidas.  
Ante esta aberrante actuación de las rectoras del CNE y del TSJ,  la salida electoral se complica. Abundan  razones para recordar la frase de Churchil ¨ A quienes solo entienden el lenguaje de la violencia hay que hablarles en el idioma que puedan entender ¨.  De una u otra forma saldremos de este totalitarismo. ¿Será posible lograrlo conjuntamente con aquellos que erraron el rumbo?
Destacados compatriotas encabezados por Maxim Ross, Juan Garrido y Werner Corrales  piensan que ello es posible y presentaron el documento  ¨Acuerdo Nacional para el Progreso y la  Paz  ¨, el cual fue avalado por varias organizaciones. Un acuerdo nacional es imprescindible. Por ello aplaudimos cualquier iniciativa en esta dirección.   El problema, tal y como reconocen sus autores, es que ¨´Todo lo dicho en este documento  luce idílico si no se logra que  convivan las distintas doctrinas e ideologías¨.
Las líneas generales del documento son aceptables como guía para la dirigencia democrática. El quid es si es posible incorporar en el Acuerdo a quienes han avalado los atropellos a la Constitución. Esto no es fácil, ya que  la lucha no es entre ellos y nosotros, sino entre demócratas y totalitarios.
Quizá para atraer a quienes hasta recientemente han estado del lado del régimen, el documento magnifica errores del pasado y  olvida  los atropellos actuales. El  mismo señala que  ¨Esta crisis no es nueva: se origina en el modelo económico, social y político que ha dominado la Venezuela contemporánea … ¨, lo cual compartimos. Sin embargo,  añade  ¨…  y que se ha exacerbado en los últimos años, encontrándonos ahora en un punto de inflexión histórico¨. Esta segunda parte es demasiado condescendiente con los  rojos, ya que  no es cierto que lo heredado se haya exacerbado, sino que los rojos han incurrido en hechos nunca vistos, como la apropiación indebida de bienes del sector privado y acoso a empresarios, persecución masiva de disidentes y utilización tramposa del sistema electoral. Esto no existió en los 40 años de democracia, ciertamente  imperfecta y que en algunos episodios violó derechos humanos en medio de una subversión armada.  
Además, no es cierto que, como dice el documento, ¨ La experiencia histórica nos dice que las prácticas de exclusión política que se inician y se mantienen desde el siglo XIX  hasta hoy…¨. Realmente, durante los 40 años citados convivieron en el Congreso todas las ideologías y solo cuando un grupo procedió a tomar las armas, robar bancos y secuestrar a ciudadanos fue cuando se produjo la exclusión  de los rojos de entonces, los cuales fueron al poco tiempo perdonados.
Con respecto a política petrolera plantea crear otro(s) sistemas de propiedad, control y manejo   de la Industria Petrolera.  Sobre este punto hay que recordar que la Constitución  establece que las acciones de Pdvsa son del Estado, por lo que no cabe otro sistema de propiedad, salvo que se modifique la Carta Magna. Lo que sí procede es recuperar a Pdvsa, la cual no podrá tener la dimensión del pasado, y que el crecimiento sea vía las empresas mixtas en las cuales el Estado sea socio minoritario pero con un mecanismo que asegure que su voto sea decisivo en aspectos importantes.
En síntesis, consideramos que es necesario un Acuerdo Nacional en el que participen algunos de quienes están en el poder. También  habrá que olvidar  algunos atropellos. Esto último no es fácil de aceptar. Para quienes no están enterados, mi hija fue agredida injustificadamente con 110 perdigones disparados a quemarropa por guardias nacionales, fue despedida de su trabajo,  mi yerno fue dado de baja del ejército y  me negaron la pensión después de estar jubilado, pero estoy consciente de que en aras de la gobernabilidad y de la paz habrá que olvidar algunos hechos sin dejar de señalarlos.  Sobre los  culpables recaerá la sanción moral del desprecio popular.
Como (había) en botica: Felicitaciones a Yulimar Rojas por su medalla de plata. Eulogio Del Pino pretende esconder el descenso de la producción de petróleo. La realidad es que no informó a la Opep la producción actual y esta organización reportó que la misma es de  2.095.000 barriles por día. Para manipular, a Del Pino solo le faltó  incluir como barriles producidos el equivalente a la leña y carbón quemado en fogones rurales. Exigimos revocatorio y elecciones regionales este año. ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados! 
eddiearamirez@hotmail.com  16/8/16 Noticiero Digital, Runrunes



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El Triunvirato Manuel Malaver



El Triunvirato

Manuel Malaver
14 Agosto, 2016
La tesis más socorrida -y menos estudiada- en el contexto de la enorme crisis política y económica que sacude al país es que la dictadura de Maduro concluyó fracturada en tres fragmentos que, si bien hasta ahora coinciden en sostener al régimen, no pocas veces se refractan, trifurcan y hasta parecieran prestos a desgarrarse unos a otros.Característica inconciliable, primero, con la unicidad dictatorial y, después, con la estatocracia socialista que une violencia y centralización para reducir a un sistema diverso, disperso y adverso como el capitalismo.
Pero hablar de Chávez y el chavismo, del “Socialismo del Siglo XXI” y Maduro, es referirse a exotismos, matices y especificidades como jamás habían sucedido en la historia de los “socialismos”, y orientarse frente a ellos para descubrirlos, denunciarlos y, al final, arrollarlos, no solo ha significado tiempo, sino sufrimientos que hoy se pueden encontrar en cualquier calle de Venezuela.
Para empezar, Chávez -un militar de baja graduación- inicia su carrera política con una intentona golpista fracasada que, no obstante, le trae la sorpresa de que le proporciona una inmensa popularidad que lo coloca en la posición ideal para dar el siguiente paso: crear un partido político cívico-militar, con el cual se involucra en una campaña electoral por la presidencia de la República que, dada la crisis económica que sufre el país, el colapso del liderazgo democrático, y sus dotes de demagogo impar, le permiten acceder a la presidencia con una votación no muy holgada, pero incontestable.
Jugada magistral que, sin embargo, pudo significarle un paso efímero y trágico por el poder, ya que le impuso gobernar con un establecimiento político que lo adversaba en un 70 por ciento y podía derrocarlo, constitucionalmente, en cuanto diera las primeras muestras de inconfiabilidad y debilidad, tal cual sucedió con Allende en Chile.
Pero Chávez tomó nota, se les ofreció a los náufragos del colapso del comunismo de finales de los 80 y comienzos de los 90 como el líder de un proyecto de restauración, y de ahí nació el modelo de socialismo híbrido -medio socialista, medio capitalista, medio democrático, medio dictatorial-que representó la coexistencia con factores que siempre lo enfrentaron y ahora accedieron a la mayoría absoluta del Poder Legislativo que, por lo menos, destruyeron al chavismo y al “Socialismo del Siglo XXI” como un sistema político y económico viable, exportable y con futuro.
Quiere decir que, con Chávez desaparece el sistema de dictadura socialista centralista, de poder único y excluyente, totalitaria e hiperpersonalista, y nace el híbrido, que permite una cierta pluralidad, pero mientras garantice una mutilación progresiva de los poderes públicos y de la sociedad civil, para que, al final, se arribe al comunismo de siempre, al leninista, estalinista y castrista.
El régimen, entonces, se mantiene a través de un liderazgo carismático que, en cuanto no crea estructuras, fuerzas orgánicas, ni jerarquizadas, conduce a una anarquía reglada, no solo dentro, sino fuera del gobierno, como resultaron ser los colectivos, los pranes y los distintos carteles de narcotraficantes que se hacen uno con el poder.
Es, lo que podríamos llamar, una variante o tendencia post moderna del marxismo y el socialismo clásicos, ortodoxos, que ahora renuncia a los dogmas para pescar todo cuanto pueda serle útil, sin importar su naturaleza y destino, y usarlos como aportes que confundan, dispersen y pierdan a los enemigos y opositores que siempre se encontrarán con fantasmas en los que nunca pensaron, ni imaginaron.
Versión de la política, la realidad y la vida que podía convenir y ser aprovechada por un líder fuerte y carismático como Chávez, pero no por el débil, desangelado y voluminoso Maduro, el cual ha llevado la anarquía al extremo de que el mismo “Poder Ejecutivo” está dividido en tres cabezas, o cadenas de mando, que pueden ubicarse entre Padrino López, Diosdado Cabello y Néstor Reverol.
En otras palabras que, Maduro es una brizna a la deriva entre fuerzas que tienen agenda propia, y que solo se mantienen unidos en torno suyo hasta tanto las circunstancias indiquen que llegó la hora de tirar su cabeza a los leones, como se despacha a los que llegan al poder por el simple influjo de la fortuna, y una vez llegados, no hacen nada para brillar aunque solo sea por una mínima llama de luz propia.
Una nulidad absoluta y sin remisión, con una bolsa en la mano para comprar lealtades y, por lo tanto, tolerado con el desprecio de quienes ignoran que, forjarse un liderazgo requiere algo más que dólares, amenazas y cadenas de radio y televisión.
¿Pero quiénes son estos dueños reales del poder en Venezuela y en qué medida se alían, se enfrentan, marcan, desmarcan y se unen para mantener la ficción de un presidente llamado Maduro?
Empezaremos por el general, Vladimir Padrino López, un sobreviviente del chavismo temprano, puesto que se cuenta que participó en la intentona golpista del 4 de febrero del 92, pero sin que tal delito le acarreara ningún tipo de perjuicio con la “Cuarta”, pudiendo continuar su carrera con la “Quinta”, aunque sin distinguirse en nada notable en una y otra República y, solo por descarte, acceder al ministro de la Defensa por decisión de Maduro en el primer semestre del 2014.
En el ministeriato, Padrino López no se ha apartado de su línea de compromiso blando, medio, suave, si bien, llegado el caso, puede gritar que es chavista “patria o muerte” y deslizar que fue el factor fundamental para que los resultados del 6D no fueran desconocidos por los duros del “chavismo” y el “madurismo”.
Sería el jefe de la mayoría de oficiales de la FAN, de los partidarios de la democracia y la institucionalidad, así como de los chavistas descontentos con Maduro y Cabello y que promueven la tesis de que el legado del “Comandante Eterno” no puede hundirse por la incompetencia y la corrupción que emblematizan un indocumentado y un militar retirado y de baja graduación.
Pero de Padrino López también se dice que es un oficial cercano a Henry Ramos, Antonio Ledezma y Henrique Capriles, que considera que uno de los tres debe ser el presidente de la transición, y que ha prometido que si la oposición impone el Revocatorio en la calle, él lo impondrá en la FAN.
Un firme candidato, en definitiva, a la presidencia de la República, pues dirigiéndose el actual atasco que vive la República a una situación irresoluble, ningún candidato más indicado para destrabar el juego que “el presidente” Padrino López.
Seguiríamos, en orden de poder de fuego, con el capitán (R), Diosdado Cabello, una caja o sonaja de odios, puesto que viene de todas las frustraciones, siendo engañado por el hombre del cual lo esperó todo, Chávez, y para colmo, desalojado por la oposición de la presidencia de la AN en las elecciones del 6D y objeto de todo tipo de burlas y sarcasmos que se traga sin deglutir.
En un tiempo ya lejano, jefe, por decisión de Chávez, de las promociones del Ejército que lo secundaron en la intentona golpista del 4F, .ahora en el generalato, el CEO y el Alto Mando-, pero sin que pueda precisarse qué influencia puede mantener entre los mismos un capitán sin tropa, partido, ideología, ni moral.
Aparentemente un aliado o defensor de Maduro, pero, en realidad, un pescador en río revuelto que promueve el caos, la venganza y la violencia porque de ahí surgiría su dictadura personal.
Pero ¿con quién? ¿Puede decirse que Cabello cuente con fichas en la alta, media y baja oficialidad para emprender una aventura en la que fracasó Chávez y él, simplemente, podría quedar más descolocado que el coronel Tejero de España, o el general, Noriega de Panamá?
Hay información proveniente de la FAN que lo niega de plano, pero hay quien dice que aún podría quedarle influencia entre tenientes coroneles, tenientes y capitanes que comandan batallones y por ahí podría venir el zarpazo, pero la generalidad de las opiniones coincide en que es un mariscal del odio, el resentimiento y el despecho, cuyas órdenes mueren en un programucho de televisión que conduce los miércoles por el canal 8.
Hablemos ahora del general, Néstor Reverol, recién defenestrado de la Comandancia General de la GNB, frustrado ministro de la Defensa, ultimo general de alto rango incluido por recibir sobornos del narcotráfico en la lista Clinton de los Estados Unidos y nombrado hace unas semanas por Maduro ministro del Interior y Justicia. Pero jefe, junto con el general Antonio Benavides Torres, de las fuerzas de choque de la GNB, auténticos batallones entrenados por los cubanos con licencia para matar, y en realidad, la única fuerza militar con que cuenta Maduro y podría salir a jugárselas en su defensa.
En otras palabras, Reverol es el comandante en jefe del madurismo militar y un ave de presa que no dudaría en enfrentar a cualquier otra fuerza política y militar adversa -la oposición incluida- si se atreve a insurgir contra el hombre al cual le debe fortuna, protección y sobrevivencia.
Entre tanto, Maduro espera y sus pensamientos lo llevan cada día al momento en que tenga que entregarle Miraflores a alguno de los generales que presuntamente “lo apoyan”.
Claro, si la oposición no se apura.


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domingo, 14 de agosto de 2016

La lógica del Revocatorio Fernando Mires

POLIS


Posted: 13 Aug 2016 11:57 PM PDT
Ya casi nadie en la oposición venezolana –dejemos a un lado a los poquísimos de siempre- está en contra del RR16. Los tiempos en los que determinados políticos intentaban perfilarse con otras alternativas (enmienda, renuncia, asamblea) han quedado atrás.
El inútil debate costó, claro está, un tiempo precioso –que se le va a hacer, así es la política-  pero eso también ha quedado atrás. El RR16 se ha transformado, para usar la expresión de Gramsci, en una “idea fuerza”. Eso quiere decir, el RR16 está situado en el pleno centro de la realidad venezolana y desde esa centralidad ejerce su hegemonía sobre la política de la nación.
También han quedado atrás los intentos para interferir el RR16 con la farsa de un diálogo dirigido por mediadores internacionales afines al régimen. Hoy la inmensa mayoría del pueblo venezolano exige el RR y no para otro año, sino para el 2016. 
Esa inmensa mayoría que apoya el RR16 es plenamente conciente de que no se trata de cambiar a un mandatario que no manda para sustituirlo por otro igual. De lo que se trata –ahí está el nudo- no es de destituir a un gobierno sino a todo un sistema de dominación. Es por eso que el RR16, se quiera o no, es democráticamente subversivo. O mejor dicho: porque es democrático es subversivo. Eso lo saben mejor que nadie los que más perderán con el fin de régimen. Diosdado Cabello y Jorge Rodríguez, entre otros. Pues ellos no caben en ningún compromiso, en ninguna negociación, en ninguna transición. Sus naves las quemaron ellos mismos. 
El creciente apoyo al RR16 ha terminado por sobrepasar los límites geográficos de Venezuela. 
Desde la OEA, Argentina, Belice, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Estados Unidos y Uruguay, exigieron, apenas un día después del mensaje dilatorio de la representante de la oficialista CNE, Tibisay Lucena, que no haya demora en la aplicación del proceso revocatorio. Declaración trascendental si se tiene en cuenta que hasta hace algunos días lo que más exigían era un dialogo con mediación papal. Se comprueba una vez más que el apoyo internacional no viene de la bondad de ningún gobierno sino de la capacidad de un pueblo para ayudarse a sí mismo. 
El llamado de Henrique Capriles, después asumido por la MUD, a desatar una movilización general, incluyendo la “toma de Caracas” fijada para el 1- 09, ha hecho comprender a los gobiernos democráticos del continente que no tenían más alternativa que, o convertirse en cómplices de una minoría anti-electoral (y por lo mismo, anti-democrática) o apoyar  la decisión revocatoria, hecha en nombre de la defensa de la AN (es decir, de la democracia parlamentaria) y de la constitución. 
Qué lejos se ven los tiempos cuando Hugo Chávez era festejado por casi todos los gobiernos del continente. No pocos pensaron que ese apoyo provenía del carisma del líder muerto. A pocos se les ocurrió pensar que eso solo era el resultado de un régimen que arrasaba en las elecciones, es decir, de un presidente que contaba con la mayoría ciudadana. No hay, en efecto, carisma que valga sin mayoría electoral. Luego, desde una alternativa realista era plenamente aconsejable para cualquier gobierno, incluyendo a los de “derecha”, dar su apoyo a un gobernante que gozaba de tanta legitimidad popular. Simplemente apostaban a ganador; y es difícil criticarlos por eso.
Nadie, mucho menos en política, apuesta a perdedor. Pero Maduro –ya no hay duda- es un perdedor. Habiendo perdido su legitimación interna, la pérdida de la externa era solo cosa de tiempo. Y así ha sido.
Podemos decir sin temor a equivocarnos que alrededor del Revocatorio el pueblo se ha hecho pueblo a sí mismo. No nos referimos al pueblo mítico de patrioteros y fascistas, tampoco al pueblo demográfico (eso se llama simplemente población). Nos referimos al pueblo político. Vale decir, a aquel que se constituye en aras de un objetivo común alrededor del cual articula múltiples demandas colectivas. 
Todas las luchas democráticas que tienen lugar en Venezuela, llámense lucha por la liberación de presos políticos, por las libertades constitucionales, por la emancipación de la AN del ejecutivo, en contra del hambre inducida, en contra de la corrupción y muchas otras, han sido articuladas en torno a la palabra Revocatorio. En el RR16 está todo. O casi todo.
Esas múltiples demandas no podían ser articuladas de otro modo. Venezuela, a diferencia de otros países latinoamericanos, carece de instituciones sociales sólidas. Los sindicatos laborales fueron hecho añicos durante Chávez; las organizaciones empresariales casi no cuentan. Ni siquiera las organismos “de base” propuestos por Chávez, funcionan. La mayoría, como los Concejos Comunales, han sido convertidos en adherencias del Estado, cuando no en centros de corrupción, enviciamiento y delincuencia. Si hay alguna sociedad a la que se le pueda aplicar sin problemas el concepto de “anomia” (Durkheim), esa es la venezolana.
El pueblo fue convertido por el chavismo en simple “masa”. En ese sentido la palabra “Revocatorio” es una alternativa destinada a reconstituir la civilidad del pueblo político. Lo saca de su condición de masa primaria y lo organiza en torno a objetivos comunes. Es por eso que el RR16 es un medio y un fin a la vez. Y porque es un medio es un fin.
El pueblo se hace pueblo a través del Revocatorio de un modo parecido a como el pueblo se hizo pueblo en Polonia a través de la palabra Solidarsnoc (Solidaridad). El Revocatorio es la palabra que hace posible que el pueblo se sostenga a sí mismo sin desintegrarse. El RR16 ha logrado unir  a muchos en torno a -dicho en términos matemáticos- un “máximo común divisor”. Ese máximo es, a la vez, “un mínimo común múltiple”. Esa es la lógica, no matemática, pero sí, política, del RR16: la unidad del pueblo democrático en contra de un  gobierno amparado en la fuerza de las armas. 
En Venezuela tiene lugar –lo hemos dicho en otras ocasiones- un antagonismo entre la política de las armas y las armas de la política. La principal arma política del momento se llama RR16. No hay otra.
¿No es, sin embargo, riesgoso apostarlo todo a una sola carta? Opinan con cierta lógica quienes apoyando la opción revocatoria sienten temor a que esta sea desbaratada por la acción represiva e ilegal del gobierno. ¿No sería mejor manejar otras alternativas? Agregan otros. ¿Cuál es el Plan B? Preguntan algunos. En suma, ¿qué puede suceder si la oposición pierde la lucha por el Revocatorio?
Naturalmente –hay que decirlo con toda honestidad- la lucha por el Revocatorio se puede perder. Todo se puede perder en esta vida. Se puede perder un partido de fútbol. Pero también se puede ganar. La única forma de saberlo, es jugarlo. En cualquier caso ningún equipo deja de presentarse  a la cancha debido a la posibilidad de perder. Lo mismo vale en política. En política no hay ninguna póliza de seguro que asegure una victoria sin una lucha tenaz por alcanzarla. Para decirlo de nuevo con Gramsci, en política hay que actuar de acuerdo al pesimismo de la inteligencia (“puedo perder”) y al optimismo de la voluntad (“quiero ganar”).
No obstante, hay una diferencia importante entre el fútbol (o el rugby o el ajedrez) y la política. En la política se puede perder ganando y ganar perdiendo. Si partimos desde  esa premisa, podemos deducir que, si el gobierno gana la lucha por el RR, solo la puede ganar por medios represivos anticonstitucionales e ilegales, es decir, al precio de perder lo poco que le resta de legitimidad política. Eso quiere decir: la única posibilidad que tiene el régimen de ganar, es ganar en el Revocatorio pero no en contra del Revocatorio. Y esa posibilidad –así lo muestran todas las encuestas sin excepción-  la tiene perdida de antemano. 
Desde el punto de vista militar (no político) Maduro no tiene otra alternativa que seguir el camino de la ilegalidad. Me dirán: ¿no es ese el camino por el que ha optado casi siempre? De acuerdo. Pero es muy distinto actuar ilegalmente en contra de las personas y las instituciones que en contra de la identidad del propio chavismo. Cerrar la posibilidad del revocatorio no solo significa declararse como dictadura abierta –en gran parte ya lo es – sino en una dictadura anti-electoral. Si eso ocurre, la presión internacional, que de por sí es muy grande, se multiplicaría hasta alcanzar dimensiones galácticas. Bajo esas condiciones, las propias fuerzas armadas leales al régimen entrarían definitivamente en un abierto proceso de división entre los que optan por pasar a la historia como desalmados al servicio de una dictadura, o los que quieren aparecer sin obstaculizar a una salida democrática. Así ha sucedido al menos en todos los países que han transitado desde una dictadura hacia una democracia.
Privada de su único sostén, sin resguardo internacional y con un cada vez más deteriorado apoyo nacional, el régimen –más temprano que tarde- no tendría más alternativa que capitular. Eso quiere decir: si hay revocatorio, el régimen perderá; si no hay revocatorio, el régimen también perderá. El régimen, en consecuencias, solo puede optar entre dos formas de perder: o perder con cierta decencia en un revocatorio, o con absoluta indecencia en contra del revocatorio. Esa es la razón por la cual diversas fracciones del chavismo (hay que leer Aporrea) y altos oficiales retirados del ejército se han pronunciado a favor del RR16. 
Con respecto a quienes sienten cierto temor a jugárselas todo a una sola carta, es decir a actuar sin un plan B, solo se les puede responder lo siguiente: Primero, el RR16 no es una sola carta. Es un paquete de cartas. Segundo: en momentos decisivos de la vida – y no solo de la vida política- suele no haber un Plan B. Digámoslo con cierta elementalidad: Si Juan se casa con la Juana pensando en que cuando muera la Juana se va a casar con la María, significa que Juan no quiere a la Juana. En términos políticos eso quiere decir: siempre que uno piensa en un plan B se jode el plan A. El Plan B no puede ser una carta oculta ni una alternativa a un Plan A. En las mejores condiciones, solo puede ser su continuación.
Los líderes de la oposición – Capriles antes que nadie- han llamado el 1-S a tomar Caracas en defensa del RR16. Ese puede ser –es solo una hipótesis- el comienzo de la victoria decisiva. Si la ocupación de Caracas tiene lugar en forma aplastantemente multitudinaria, la oposición democrática solo tendrá dos alternativas: o ganar o ganar. Pero para que una de las dos se cumpla, hay que, evidentemente, luchar.  Ni en el fútbol ni en la política los partidos se ganan antes de jugar.








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jueves, 4 de agosto de 2016

La suerte está echada José Toro Hardy


LA SUERTE ESTÁ ECHADA
  • JOSÉ TORO HARDY
26 de julio de 2016 05:02 
La sociedad venezolana está enfrentando severos antagonismos. A esto nos ha llevado un modelo que nunca ha tenido éxito en el mundo.
Nunca los defensores de ese modelo tuvieron mejor oportunidad de lograrlo que en nuestro país. Una población convencida del fracaso de los partidos, le entregó a un nuevo líder un cheque en blanco.
Comenzó por pedir una constituyente, una consulta al poder originario -al pueblo- para aprobar una nueva Constitución. ¡Y lo logró! Era el dueño de las circunstancias. Su nueva Carta Magna incorporaba todos sus deseos, incluyendo la figura de un Referendo Revocatorio y además la inclusión del Art. 350 que consagra el derecho del pueblo a “desconocer cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”.
Vuelca todas sus energías en un intento por moldear la sociedad conforme a su propia visión. Ahí comienzan los enfrentamientos.
Viene entonces la prueba de fuego. El paro, los conflictos con Pdvsa y el despido de 20.000 de sus trabajadores, el pueblo protestando masivamente en las calles, los sucesos del 11 de abril, la breve salida del líder y su regreso al poder.
Triunfante en todas esas lides, lucía todopoderoso. Y para colmo en esos momentos los mercados petroleros se vuelcan a su favor con el más impresionante y sostenido auge de los precios que nunca antes se hubiese conocido. Después de haber alcanzado mínimos de 7 dólares el barril en 1998, el precio de la cesta petrolera venezolana sube hasta un máximo de 116 dólares. El cielo parecía el límite.
Era el momento de dar un salto al desarrollo, de lograr un cambio cualitativo en nuestra economía que permitiese garantizar su sostenibilidad  y una solución permanente de los problemas sociales. Pero no, optó por aplicar un modelo político que le garantizase indefinidamente el control del poder. Se entregó a un populismo de proporciones épicas, con programas distributivos que sólo se hubiesen podido mantener si el precio y la producción petrolera hubiesen seguido creciendo indefinidamente.
La rentabilidad política fue inmensa. Mientras vivió logró todos los objetivos que se propuso, dentro y fuera de Venezuela. Lo único que no logró fue que el pueblo le aprobase la Constitución socialista que anhelaba.
Igual siguió adelante “sin cambiarle ni una coma”. Substituyó esa Constitución con el Plan de la Patria. Ya no quiso escuchar al poder originario. Craso error. Endeudó al país, lo sembró de incertidumbre y lo arrojó a la vorágine de una inflación ruinosa.
Parafraseando a Marx, aquel modelo contenía el germen de su propia destrucción. Desmanteló el aparato productivo. Pero sin una economía sólida que aportase los recursos y sin una industria petrolera pujante cuyas bases había destruido, aquel socialismo no era viable. No se podía distribuir lo que no se producía. Tomando las palabras de Andrés Eloy Blanco, fueron vapores de la fantasía.
Su legado al país destruyó su legado. Exacerbó el rentismo petrolero. No le bastaron los recursos que aportaba el petróleo; endeudó brutalmente a la nación y a la propia Pdvsa. Liquidó la independencia del BCV y lo obligó a imprimir todo el dinero que requerían sus planes delirantes. Destruyó el valor de la moneda. Ya nadie quiere prestarle a Venezuela. El FMI lo resume en sus pronósticos para el 2016: inflación de más del 700% y caída del PIB del 10%. “Es decir, la peor evolución del crecimiento y la inflación en todo el mundo”, acotó el Fondo. El país ha entrado en una situación de desesperanza que oprime el corazón.
En el ámbito político la situación no puede ser más tensa. El pueblo escogió sus representantes a la Asamblea Nacional el 6D pero el TSJ no sólo desconoció a algunos de ellos, sino que ha desconocido sistemáticamente las decisiones que toma la Asamblea. A su vez la Asamblea ha anulado la designación de los magistrados “express” al TSJ y por su parte el PSUV espera que el TSJ disuelva la Asamblea (no sé basándose en qué artículo de la Constitución). Ha estallado una guerra entre poderes.
La salud de la República está en grave riesgo. Frente a una situación así la única salida pacífica es recurrir al poder originario definido como aquel en que reside el origen de la soberanía del Estado: el pueblo, a quien Rousseau calificaba como “el soberano”, que es el único calificado para ratificar la voluntad general. Para consultarle se incluyó en la Constitución de 1999 la figura del Referendo Revocatorio. Si el pueblo está conforme con lo que ocurre, que lo diga y habrá que aceptarlo; si no, habrá que acatar su voluntad. De lo contrario cualquier cosa puede ocurrir y a no dudarlo ocurrirá.
Tal como están las cosas ya no hay marcha atrás. Como dijo Julio César al cruzar el Rubicón: Alea iacta est.
petoha@gmail.com
@josetorohardy


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VENEZUELA : MILITARIZACIÓN........Trino Marquez

Trino Marquez
Posted: 03 Aug 2016 03:05 PM PDT

El nombramiento del general Néstor Reverol como ministro del Interior, Justicia y Paz, en sustitución de otro general, Gustavo González López, evidencia, otra vez, la entrega de Nicolás Maduro a los militares, su terror ante la inestabilidad creciente y la posibilidad de la activación del referendo revocatorio, y la claudicación del PSUV frente al partido de los uniformados.

El ministerio del Interior representa por excelencia el despacho de los políticos. Durante el período democrático, la designación del jefe de esa cartera recaía en un dirigente fundamental del partido gobernante. Una figura con larga experiencia en el manejo de los asuntos internos del país y con amplias relaciones con los partidos y los factores de poder de la provincia. Así como el Canciller se ocupaba de las relaciones internacionales, el ministro del Interior  debía atender los asuntos domésticos: relaciones con los otros ministros, gobernadores, alcaldes, CTV, Fedecamaras. Era la mano derecha del Presidente de  la República para sofocar y, sobre todo, atenuar o evitar conflictos interiores que pudiesen alterar el orden.

El ministro del Interior era un operador político. Era visto, en numerosas oportunidades, como el segundo hombre de abordo, sitial que compartía con el Presidente del Congreso. Su designación mostraba una señal inequívoca de que formaba parte de los eventuales  candidatos a la Presidencia de la República. Gonzalo Barrios, Carlos Andrés Pérez, Pepi Montes de Oca, Octavio Lepage, fueron algunos de los políticos, posteriormente candidatos o precandidatos,  que ocuparon esa cartera.

Esta tradición fue fracturada por el chavismo madurismo. Los ministros del Interior, Justicia y Paz, pomposo y largo nombre colocado por los rojos, pasaron a ser generales activos. ¿Qué tienen que ver los oficiales de alta graduación con las relaciones interiores del país -siempre tan complejas, sobre todo en un Estado que se supone federal-, con la justicia y, particularmente, con la paz? ¿No se supone que los militares están formados y entrenados para la guerra y para imponer la justicia mediante la disuasión que induce el fusil?  Los uniformados no están programados para persuadir y construir amplios acuerdos nacionales, como  corresponde al ministro del Interior, sino para coaccionar y reprimir. Los militares activos no son aptos para moverse en el sutil e intrincado mundo de la política. La posesión legítima de las armas propiedad de la República y los principios de obediencia, verticalidad y disciplina que orientan su formación, los inhabilita para el ejercicio de la política activa.

La nación no les pide a los militares que sean neutrales en el plano teórico, ni asépticos en la esfera ideológica. Su compromiso tiene que ser con la Constitución, la defensa de la democracia, el resguardo de la integridad territorial y la soberanía nacional. El respeto a estos valores esenciales de la civilización determina que deban estar apartados de la política concreta. Una de las grandes conquistas civilizatorias consiste en la clara separación de la institución castrense de la política militante. Ese deslinde categórico posee la misma importancia que la diferenciación del Estado y la Iglesia, y de esta con respecto a la educación. La demarcación de esas fronteras constituyen conquistas de la humanidad. En el largo camino hacia la diferencia de roles -a pesar de que los mandos castrenses deben  atender los criterios políticos diseñados por civiles-, el mundo laico, el eclesiástico y el militar, mantienen, en las naciones democráticas más estables y equitativas, su propia e inalienable esfera de actuación.

Desde la llegada de Chávez a Miraflores, el caudillo instrumentó una estrategia dirigida a militarizar el Estado y la política. Esta línea ha sido profundizada por el inseguro de su heredero. Su miedo  atávico lo lleva a creer que colocándose bajo la custodia de la bota militar evitará la realización del revocatorio y podrá navegar hasta 2018 e, incluso, garantizar que él, o uno de su camarilla, preservará el poder más allá de la fecha en la que tienen que realizarse las elecciones presidenciales. Esa línea ha pervertido la misión de las Fuerzas Armadas y degradado a sus integrantes hasta colocarlos en un plano subalterno. Los verdeoliva son políticos sin historia y sin credenciales, reminiscencias de la Venezuela caudillista, rural y atrasada del siglo XIX.

En la dimensión política, los militares son incordios. Pierde la política y pierde la institución armada En vez de revaluarse, se degradan. Maduro los sacó de donde el país los necesita y valora, colocándolos en el lugar que la nación los desprecia.
@trinomarquezc





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