miércoles, 28 de diciembre de 2016

Cuando los lideres ....Ricardo Hausmann

Cuando los líderes son fieles a sus mentiras

      
                       Ricardo Hausmann

¿Qué tienen en común la crisis de pagos en Venezuela y el fin del Tratado de Libre Comercio de América del Norte anunciado por Wilbur Ross, el próximo Secretario de Comercio de Estados Unidos escogido por el presidente electo Donald Trump? Estos dos eventos aparentemente tan dispares están ligados por la extraña relación con la verdad que parecen compartir tanto Trump como el régimen chavista.
Todos los gobiernos mienten. Unos pocos creen sus propias mentiras. Pero las cosas se ponen peligrosas cuando actúan con el objeto de atenerse plenamente a sus mentiras. Esta es la trampa en que ha caído el gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro, y parece ser la lógica en que se funda la decisión articulada por Ross de abandonar el NAFTA.
Muchos observadores han notado similitudes entre Trump y el fallecido Hugo Chávez, predecesor de Maduro, aunque representan polos opuestos del espectro político. Sin embargo, nuestros cerebros están diseñados para identificar patrones. Los niños pequeños aprenden el concepto de gato después de ver tan solo unos pocos ejemplares. Incluso los adultos clasifican las cosas en base a conceptos que realmente no pueden definir. En 1964, el juez de la Corte Suprema de Estados Unidos Potter Stewart expuso su ahora famoso criterio para decidir sobre la obscenidad: “La reconozco cuando la veo”.
Ello ciertamente parece válido con respecto a la conexión entre Chávez (quien falleció en 2013) y Trump. Chávez, y luego Maduro, adoptaron políticas que dejaron a Venezuela en una posición muy débil: gastos públicos exorbitantes, expropiaciones, controles cambiarios y de precios, y un temerario endeudamiento externo. Los mercados de capital globales perdieron su confianza en Venezuela en 2013, y el precio del petróleo se desplomó en 2014, con lo cual dichas políticas pasaron a ser insostenibles e hicieron que la economía cayera en picada.
Enfrentando una economía en declive, Maduro decidió echarle la culpa a una guerra económica librada en su contra por Estados Unidos y sus secuaces locales. El punto crucial es que esta guerra imaginaria acabó siendo la base lógica de las decisiones gubernamentales. Cada síntoma de la crisis se transformó en la consecuencia de una acción emprendida por el enemigo. La escasez fue resultado del acaparamiento por parte de especuladores. La inflación se produjo a causa de los precios excesivos cobrados por empresarios inescrupulosos. La depreciación de la moneda fue impulsada por un sitio web que informaba sobre el tipo de cambio. Y hay muchas personas que han sido enjuiciadas y encarceladas en base a estos postulados.
En su manejo de la crisis, Maduro se negó a autorizar la emisión de billetes de denominaciones más altas, lo que habría constituido un reconocimiento de la alta inflación que ha aquejado al país. El valor del billete de 100 bolívares, el de mayor denominación, que era de US$46,5 cuando se lo introdujo en 2008, cayó a apenas US$0,03, con lo que hasta los pagos pequeños requieren montañas de billetes.
El valor de la cantidad de billetes y monedas en poder del público ha bajado de alrededor de US$150 per cápita en 2012, a menos de US$6 a principios de este mes. Y esta escasez de billetes –causada en parte por la dificultad de suministrar tanta moneda corriente de tan poco valor– molestó de tal manera a los venezolanos que el gobierno finalmente tuvo que actuar.
Según Maduro, el problema era claro: mafias financiadas por la CIA estaban sacando los billetes del país. Para destruir a las mafias, Maduro decretó que los billetes de 100 bolívares dejarían de ser moneda de curso legal y que sus tenedores tendrían solo 72 horas para cambiarlos en los bancos. Y para evitar que durante este plazo las mafias devolvieran el dinero que tenían en el exterior, cerró las fronteras con Colombia y Brasil.
Es difícil describir el caos que se produjo. Justo cuando los venezolanos se estaban preparando para la Navidad, se encontraron con que no tenían dinero para pagar nada. Nadie quería aceptar sus billetes de 100 bolívares, y los bancos no tenían billetes para cambiar los que el público estaba entregando. Los ciudadanos sin cuenta bancaria, en su mayoría los pobres, perdieron lo poco que tenían. El sistema de pagos se desmoronó y el caos se desató en el país.
Ahora consideremos el NAFTA. Trump convenció a muchos votantes de que este era el peor acuerdo comercial que Estados Unidos jamás había suscrito. Según afirmó, el tratado había sido negociado por “gente realmente estúpida”. Millones de puestos de trabajo pasaron de Estados Unidos a México, perjudicando a los estadounidenses. La falta de buenos empleos en el sector manufacturero claramente fue una queja importante durante la campaña presidencial, pero comprobemos los hechos antes de culpar a México y el NAFTA.
En 1993, el último año previo a que entrara en vigor el NAFTA, el valor agregado de la manufactura mexicana era equivalente a solo el 7,7% de la estadounidense. Para 2014, había subido a alrededor del 10% del nivel estadounidense, un aumento que representa cerca de US$50 mil millones. Como en Estados Unidos la productividad promedio de un trabajador es cercana a los US$150.000, si el aumento de la manufactura mexicana se atribuye exclusivamente al NAFTA, ello representa alrededor de 333.000 puestos de trabajo estadounidenses, o menos de uno de cada 400 empleos en Estados Unidos.
En el mismo periodo, el valor agregado de la manufactura estadounidense aumentó en US$972 mil millones, más de 19 veces el aumento mexicano. En comparación con los US$2.100 billones de valor agregado de la manufactura estadounidense, los US$50 mil millones de México representan un monto insignificante. Y es posible que Estados Unidos haya recibido otros beneficios debidos al tratado, como un mayor número de puestos de trabajo, gracias a un incremento en las exportaciones a México e insumos mexicanos más competitivos.
En el mismo periodo 1993-2014, el porcentaje de empleo en el sector industrial en relación al empleo total, se redujo en 8% en Estados Unidos, 8,5% en Japón y 9,8% en Alemania, pero apenas se alteró en México. Claramente, los puestos de trabajo que han dejado de existir en el sector industrial en Estados Unidos, también faltan en Japón y Alemania, y estos no se encuentran en México.
Es posible que Trump haya convencido a los votantes del sector industrial en decadencia del oeste medio de que sus puestos de trabajo están en México. Pero si realmente lo cree, se producirán daños graves antes de que la gente descubra la verdad. Como consecuencia de lo que se ha dicho sobre el retiro de Estados Unidos del NAFTA, el peso mexicano ha perdido cerca del 14% de su valor desde que se supo el resultado de las elecciones. Esta depreciación es más alta que los posibles aranceles que Estados Unidos impondría a los productos mexicanos si abandonara el NAFTA.
Mentir para salir adelante es una debilidad del ser humano. Pero se transforma en algo mucho peor cuando, como Chávez, Maduro y Trump, uno se atiene fielmente a su palabra.

Traducción del inglés de Ana María Velasco
Publicado originalmente en Project Syndicate 




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sábado, 24 de diciembre de 2016

El barco se hunde......Antonio Ecarri

El barco se hunde ¡hagamos peso!

La palabra gobernante le queda grandísima a Nicolás Maduro. Desde tiempos inmemoriales el Estado es asemejado con una nave y el sitio desde donde conduce el piloto se conoce como gobernalle. Ya lo decía el clérigo Diego Saavedra Fajardo cuando aconsejaba a los príncipes, en su obra escrita en 1640, Idea de un príncipe político Christiano representada en cien empresas: “…El oficio del príncipe y su fin no es de contrastar ligeramente con su república sobre sus olas sino conducirla al puerto de su  conservación y grandeza. El gobernante (y nunca es más apropiado recordar que la palabra viene de gobernalle de la nave)  ha de enfrentarse y hacer rostro a la fortuna, sin desesperar en la adversidad, sabiendo convertir la fortuna adversa en una fortuna próspera. La alegoría se completa con la metáfora de los ministros como velas de la nave del príncipe y con la recomendación que se acomoden al tamaño del bajel, pues en caso contrario pueden producir su hundimiento”. En Venezuela, el barco del Estado se hunde.
En este país tenemos la nave del Estado a la deriva, porque el piloto que se montó en el gobernalle es un irresponsable que achaca todos sus errores y mala praxis a enemigos imaginarios, como un Quijote de segunda, inventando molinos de viento para obviar sus responsabilidades de conductor. Es que Maduro no se da cuenta que la nave que  heredó no tiene presente ni futuro, porque su causante se la dejó haciendo agua por todos lados.  Lo peor es que en vez de buscar otra nave, insiste en sacar a flote un barco que está escorado sin remedio, porque perdió su línea de flotación. Maduro se hunde con su barco y pretende que nosotros no nos bajemos. En casos como éste, las leyes náuticas justifican el motín a bordo y eso ya ha comenzado en Venezuela. El barco se hunde.
Dígame usted si no es una tremenda irresponsabilidad de un presidente ir, expresa y personalmente a Roma, a visitar a uno de los Jefes de Estado más importante del mundo (el mayor de la cristiandad, el Papa Francisco) para pedirle su mediación ante una crisis generada por él (por Maduro, of course) y cuando el sumo Pontífice envía sus más importantes embajadores al país, hete aquí que el Presidente se burla del Papa al no responder a ninguno de los requerimientos formulados por la contraparte. Y no se queda allí, pues cuando el Estado Vaticano reclama seriedad y cumplimiento a los requerimientos de la Mesa de Diálogo, el presidente y sus más encumbrados funcionarios, responden con una grosería sin precedentes en los anales de la diplomacia mundial. El barco se hunde.
La Mesa de la Unidad Democrática, mientras tanto, sí ha dado cumplimiento a los acuerdos alcanzados: como por ejemplo, el retiro de la Asamblea Nacional de los Diputados que representan el Estado Amazonas, habida cuenta de la decisión írrita del TSJ que suspendió sus derechos y los mantenía en suspenso, sin producir la decisión de declarar sin lugar el amparo propuesto o con lugar y convocar la repetición de esas elecciones. En vez de valorar el gesto de la oposición, la respuesta del gobierno fue decir, públicamente, que esa decisión era el reconocimiento del fraude electoral cometido, lo que sin duda es otra burla a los mediadores y a todo el mundo. El barco se hunde.
El gobierno tampoco cumple el acuerdo de respetar la Asamblea Nacional, cuando acude a su bufete privado (TSJ) para designar rectores del CNE, los que debían ser elegidos por el parlamento nacional, sin que se hubiese producido omisión legislativa alguna. Ah, y la gota que rebasó el vaso fue la locura de sacar de circulación el billete de mayor denominación, por un cambio con impericia e imprudencia del cono monetario sin tener aún su sustituto, ocasionando las navidades más convulsionadas y tristes de que se tenga memoria en Venezuela. Todo ello, en vez de atacar las causas de la inflación, derivado del equivocado y desastroso modelo económico. El barco se hunde.
De vivir en ésta época, Saavedra Fajardo hubiese advertido que Maduro se desesperó en la adversidad y convirtió la prosperidad posible en una fortuna adversa. Y completaría la alegoría con la metáfora de los ministros, como velas rotas en la nave del príncipe, por no haber oído la recomendación que se acomodasen al tamaño del bajel, pues al hacer lo contrario solo produjeron su hundimiento. Este barco o bajel se hunde sin remedio y como se decía en el mayo francés: ¡Hagamos peso!
PS: Traemos el recuerdo de Diego Saavedra Fajardo, pues ha sido uno de los diplomáticos más reputados de la Iglesia Católica en toda su historia. Muy a propósito de la mediación pontificia en Venezuela y como reconocimiento nuestro a su sabiduría milenaria.  




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viernes, 23 de diciembre de 2016

Contra Tiranos Luis Ugalde S.J.

ra Tiranos


La justa rebelión contra gobiernos tiránicos es una doctrina católica milenaria y un derecho humano fundamental. La existencia de gobiernos se justifica éticamente por su condición de medio indispensable para lograr el bien común. Cuando el régimen se convierte en instrumento del mal común del conjunto de los ciudadanos y los agrede con creciente pobreza, corrupción, inseguridad y manejo de lo público como botín privado, ya es dictadura. Hace mucho tiempo que era clara la condición dictatorial del régimen imperante en Venezuela, pero las recientes desvergonzadas decisiones para impedir el revocatorio presidencial y otras, ponen en evidencia un radical atentado contra la democracia social venezolana.
CRISTIANISMO Y JUSTA REBELIÓN
JG Roscio
Luego de mi reciente artículo de prensa sobre esto me piden que explique más la mencionada doctrina católica tradicional y la importancia que tiene para la conciencia católica y para toda conciencia ciudadana democrática. Me tomo una página más de la revista SIC para explicar su origen secular con raíces en el Evangelio de Jesús. Nuestro principal prócer civil de la Independencia Juan Germán Roscio, en el Acta de la Declaración de Independencia (1811) y luego en el Patriotismo de Nirgua y abuso de los reyes (1811) y en su sólido libro El triunfo de la libertad sobre el despotismo, escrito en prisión española en 1814, argumentó vigorosamente, con la biblia, la razón y la tradición, que Dios quiere la libertad de los pueblos y no su opresión. Más bien se sorprende que en sus estudios caraqueños de derecho y teología solo tuviera acceso obligatorio a la teoría del derecho divino de los reyes, radicalmente opuesta a la llamada “doctrina jesuítica”. Tan constante ha sido la obstinación de los teólogos del poder arbitrario en querer amalgamar dos cosas inconciliables, el cristianismo y el despotismo, que irritados ciertos filósofos del siglo pasado (s. XVIII) atribuyeron a la religión unos vicios que ella condenaba. El siguiente artículo revisa la doctrina católica tradicional y la importancia que tiene para la conciencia católica y para toda conciencia ciudadana democrática. Además, insiste en que el diálogo es necesario para cambiar y reconstruir el país; sin este no habrá democracia social  de los obstinados defensores de la monarquía absoluta, e indignamente imputados a nuestras relaciones con el Ser supremo.
Roscio era un niño de 4 años cuando (1767) fueron expulsados los jesuitas de España y sus dominios. Se prohibió la enseñanza de la doctrina de la “justa rebelión” y se impuso la doctrina del “derecho divino de los reyes”. Ni en la teología, ni en el derecho, ni en el catecismo que estudió Roscio estaba presente la tradicional doctrina católica del derecho de los pueblos a darse gobernantes y a destituirlos si se convertían en tiranos. Medio siglo después Roscio preso en España escribirá: He aquí la verdadera causa porque (los jesuitas) fueron arrojados de los reinos y provincias de España: todo lo demás fue un pretexto de que se valieron los tiranos para simular el despotismo y contener la censura y la venganza que merecía el decreto bárbaro de su expulsión. En las décadas de la agonía colonial todo profesor era obligado a inculcar la teoría del “derecho divino de los reyes”, pues las monarquías absolutas necesitaban una teología, un derecho y un catecismo para la absoluta sumisión de los súbditos: ir contra el rey era ir contra Dios. El “derecho divino de los reyes” venía imponiéndose desde el siglo XVII y defendía que los reyes están puestos por Dios sobre los pueblos y estos no tienen ningún derecho de juzgarlos y menos de quitarlos. Si resultan buenos son una bendición de Dios, y si malos, un castigo de Dios. Se contraponía a la católica doctrina secular –entonces prohibida por los reyes– según la cual la autoridad política es una necesidad natural de toda sociedad civilizada y en ese sentido viene de Dios. Pero son los pueblos los que se dan sus propios gobiernos para el bien común y los juzgan y quitan cuando se vuelven tiranos. Se llamó “jesuítica” porque los jesuitas como Suárez, Mariana y otros la relanzaron en tiempo de monarquías absolutas, pero era muy anterior a la fundación de la Compañía de Jesús (siglo XVI).
San Agustín (siglos IV-V) sentencia que “lex iniusta non est lex” (la ley injusta no es ley). Según Santo Tomás (siglo XIII) “las leyes injustas son más violencia que leyes” y el tirano agrede al bien común y busca su interés privado, con lo que los súbditos quedan libres del acatamiento y obediencia a la legítima autoridad, pues se ha deslegitimado. Los pueblos tienen derecho a darse sus gobernantes y obligación de pedirles cuentas de buen gobierno y cambiarlos cuando se vuelven tiranos; mientras que según la teoría de “el derecho divino de los reyes” se debe sumisión absoluta al rey, sin derecho a juzgarlo.
EL SÁBADO PARA EL HOMBRE Y NO EL HOMBRE PARA EL SÁBADO
Jesús en el Evangelio nos da aquella maravillosa y trascendental sentencia al ser acusado por curar (trabajar) en sábado: “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Marcos 2,27). Sentencia que no vale solo para la ley religiosa, sino para toda ley e institución humana. No es el hombre para la economía, sino la economía para la vida digna y próspera de todos; pero la economía que se convierte en dios, reduce a esclavos a hombres y mujeres. En cuanto al poder político Jesús fue contundente: los poderosos mundanos esclavizan a los súbditos, con lo que se convierten en delincuentes. “No ha de ser así entre ustedes”, dice a sus discípulos, sino que su poder ha de ser para servir y dar vida a ejemplo del mismo Maestro (Marcos 10,42-47). Justamente esta es la gran novedad y radicalidad de Jesús: Dios no es un ídolo que exige sacrificios humanos, sino amor que se concreta en el amor al hombre, a la persona humana.
Su radicalidad se revela precisamente en el amor a aquellos que según el mundo parecen tener menos atributos. Y el modo de amar a Dios es amando al hermano, de manera que “quien dice amar a Dios y no ama al prójimo es un mentiroso” (1 Juan 4, 20). Con la modernidad se desató el prodigioso desarrollo racional de los medios, pero en la práctica no se ha fortalecido el amor y el valor absoluto de la persona a cuya dignidad se deben ordenar y subordinar. Con peligro de que los medios se conviertan en fines en sí y la persona se reduzca a medio e instrumento.
FRENTE A REGÍMENES TIRÁNICOS
Las modernas constituciones laicas y los gobiernos democráticos incluyen esta enseñanza. Así lo hizo la Declaración de Independencia de USA (1776): Cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios (vida, libertad, búsqueda de felicitad…) el pueblo tiene el derecho de reformarlo o abolirlo e instituir un nuevo gobierno que ofrezca mayores posibilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. En el Acta de la Independencia de Venezuela y en el Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela (1811) Roscio basa en ese principio el legítimo derecho a darse un buen gobierno independiente de España: En uso de los imprecriptibles derechos que tienen los pueblos, para destruir todo pacto, convenio o asociación que no llena los fines para que fueron instituidos los gobiernos, creemos que no podemos ni debemos conservar los lazos que nos ligaban al gobierno de España y que como todos los pueblos del mundo estamos libres y autorizados para no depender de otra autoridad que de la nuestra (…). Los pueblos tienen derecho a juzgar y a cambiar gobiernos cuando el régimen es opresor y bloquea sistemáticamente el camino del bien común. 

Por otra parte estos principios están explícitamente asumidos en nuestra Constitución actual. Los artículos 2 y 3 de la Constitución definen la naturaleza y fines de nuestra democracia y los deberes de su Estado y gobernantes. Los viola el Ejecutivo apoyado en el uso servil del Poder Judicial, Electoral y de la Fuerza Armada: Ya no estamos en “un Estado democrático y social de Derecho y Justicia”, ni hay “preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político” y el Gobierno no está ordenado a defender “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad y la democracia”, sino a imponerse y mantenerse en el poder (Constitución, artículo 2). En consecuencia, este régimen atenta contra los fines esenciales del Estado democrático venezolano como son “la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad y el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Constitución, artículo 3). Esto desata y activa en todos los demócratas un deber, una obligación: salir del régimen dictatorial. Es un derecho y un deber humano fundamental, aunque no esté escrito en ninguna parte. Pero en Venezuela además está recogido en el artículo 350 de la Constitución: El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos.  En esa situación todo ciudadano o ciudadana “tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia” (artículo 333, resaltado nuestro).
Por si alguien tenía dudas, el Gobierno se ha encargado de demostrarnos su condición dictatorial y recordarnos nuestra obligación de desconocer sus decisiones antidemocráticas y cambiar el régimen. Estamos en tiempos que exigen inteligencia política, flexibilidad y valor para salir de la dictadura. Todos los demócratas, y muy especialmente sus representantes de la Asamblea Nacional y los líderes políticos, deben caminar decididos y unidos al rescate de la democracia. Tiene especial responsabilidad la Fuerza Armada en el restablecimiento de la democracia. El régimen venezolano es un escándalo mundial y un reto a la responsabilidad de todas las instancias democráticas. Que nadie espere que la Iglesia actúe con neutralidad equidistante entre dictadura y democracia. Al mismo tiempo hay que poner las bases para la difícil reconstrucción económica, social, política y moral del país, con un gobierno de salvación nacional que solo es posible con un diálogo eficaz y abierto que incluya todas las posiciones políticas democráticas. Sin diálogo para cambiar y reconstruir no habrá democracia social. Bloquearlo sería un suicidio para los demócratas, como lo sería ser ingenuos ante el cinismo dictatorial. Que Dios bendiga a Venezuela y a los venezolanos en esta hora de definiciones y de renacer de una democracia social que supere la pobreza y la exclusión.
P. Luis Ugalde, sj
Director del Centro de Reflexión y de Planificación Educativa de los Jesuitas (Cerpe).
Publicado originalmente en la Revista SIC

Comunicado de la C.E.V

Comunicado de la CEV: Medidas han sido terribles y precipitadas 

Los representantes de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), hicieron público este sábado un comunicado a través del cual elevaron su voz para que “sirva de eco a los clamores de nuestra gente, en especial las grandes masas populares, que de la noche a la mañana se han quedado prácticamente sin recursos ni poder adquisitivo a fin de poder conseguir los insumos necesarios para su alimentación”.
“El Gobierno ha llevado a cabo medidas terribles y precipitadas que perjudican a todos, sin tener en cuenta que son servidores de un pueblo que de verdad está sufriendo el menosprecio de todos los dirigentes políticos. Por otra parte, salvo algunos dirigentes individuales, la oposición tardó mucho en pronunciarse colectivamente al respecto”.
“A nuestra gente, en particular los más pobres y excluidos, queremos hacerles sentir nuestra cercanía. Para ello, les invitamos a ser protagonistas de su propio desarrollo. El sujeto social –es decir, el pueblo- es el verdadero protagonista de la democracia. Sin acudir a la violencia, deben manifestar pacíficamente su descontento así como exigir el derecho de ser escuchados y atendidos”, dice parte del comunicado.
“Por eso, queremos elevar nuestra voz para que sirva de eco a los clamores de nuestra gente, en especial las grandes masas populares, que de la noche a la mañana se han quedado prácticamente sin recursos ni poder adquisitivo a fin de poder conseguir los insumos necesarios para su alimentación, transporte, medicinas y para cubrir los gastos necesarios de la cotidianidad”.
Este fue el comunicado emitido por la CEV:
Caracas, 17 de diciembre de 2017
1. Las recientes medidas de carácter económico y monetario implementadas por el Gobierno Nacional han agudizado la crisis que golpea a nuestra nación y a todos los ciudadanos. Las palabras del profeta Jeremías salen a nuestro encuentro para describir la situación que en estos días ha vivido nuestra gente: “Mi dolor no tiene remedio, mi corazón desfallece. Los ayes de mi pueblo se oyen por todo el país…Sufro con el sufrimiento de mi pueblo, la tristeza y el terror se han apoderado de mí” (Jer. 8,18-19.21)
2. Poner fuera de circulación, en este momento del año, el billete de más alta denominación (Cien bolívares) y la manera apresurada de implementar la medida han causado graves molestias a toda la población y han provocado indignación, rechazo y violencia. Lo que quizás desde las altas esferas del Gobierno se pensó que sería una medida para ir resolviendo la crisis económica se revirtió contra el pueblo más sencillo. Los pobres, como siempre suele suceder, han sido los más perjudicados y los más indefensos con las decisiones tomadas. De hecho, también amplios sectores populares –campesinos, obreros, jefes de familia- por no tener cuentas bancarias han sido enormemente perjudicados y dejados a la “buena de Dios”. Existe una gran incertidumbre en la gente al no saber que pasará con su dinero y con sus ahorros. Esto, además de afectar y a muchas personas, puede generar violencia y disturbios.
3. Por eso, queremos elevar nuestra voz para que sirva de eco a los clamores de nuestra gente, en especial las grandes masas populares, que de la noche a la mañana se han quedado prácticamente sin recursos ni poder adquisitivo a fin de poder conseguir los insumos necesarios para su alimentación, transporte, medicinas y para cubrir los gastos necesarios de la cotidianidad.
4. La gente, que en largas colas con un mínimo de esperanza aguardaban alguna respuesta o caminos de solución se ha sentido desprotegida por todos los dirigentes políticos. El Gobierno ha llevado a cabo medidas terribles y precipitadas que perjudican a todos, sin tener en cuenta que son servidores de un pueblo que de verdad está sufriendo el menosprecio de todos los dirigentes políticos. Por otra parte, salvo algunos dirigentes individuales, la oposición tardó mucho en pronunciarse colectivamente al respecto. Al caminar por las comunidades escuchamos muchas críticas hacia todos los dirigentes políticos del país, lo cual resulta enormemente peligroso. Muchos hombres y mujeres no dejan de expresar sus sentimientos de frustración y de abandono por parte de quienes debían estar dando la cara y promoviendo soluciones justas.
5. A esto se une el aprovechamiento de quienes quieren sacar ganancias de la crisis que vive el país. Lamentablemente existen grupos y mafias que acaparan, colocan sobreprecios y ahora pretenden ser los primeros en ser atendidos para lo referente al cambio y depósito de la moneda que está siendo sacada de circulación. Al tener un oído en el pueblo y otro en Dios, como pastores de nuestro pueblo, queremos ratificar nuestra cercanía hacia él y nuestra decidida opción por los más pobres: lo hacemos desde el ejercicio de un discernimiento evangélico, donde se intenta reconocer —a la luz del Espíritu— «una llamada que Dios hace oír en una situación histórica determinada; en ella y por medio de ella Dios llama al creyente» [E.G. 154].
6. A nuestra gente, en particular los más pobres y excluidos, queremos hacerles sentir nuestra cercanía. Para ello, les invitamos a ser protagonistas de su propio desarrollo. El sujeto social –es decir, el pueblo- es el verdadero protagonista de la democracia. Sin acudir a la violencia, deben manifestar pacíficamente su descontento así como exigir el derecho de ser escuchados y atendidos.
7. A todos los dirigentes políticos, económicos y sociales, de cualquier signo y color, les invitamos a ponerse del lado del pueblo y a buscar, en sintonía con el mismo, soluciones que beneficien a todos. No es momento para darles la espalda o para hacer oídos sordos a sus clamores. Al Gobierno Nacional, en todas sus instancias, particularmente el Ejecutivo, les pedimos que de verdad escuchen los clamores de la gente y resuelvan los gravísimos problema que han provocado con esas improvisadas y nocivas medidas.
8. A todos los cristianos católicos y hombres de buena voluntad en Venezuela les invitamos a mostrar la fuerza de la caridad y de la solidaridad en este tiempo de preparación a la Navidad. La imagen de José buscando posada para María y el Niño por nacer, al ser rechazado donde la pedía, expresa muy bien lo que está viviendo nuestra gente. Pedimos que en todas nuestras parroquias, comunidades eclesiales, comunidades de vida consagrada y hogares católicos se puedan abrir las puertas para que quienes verdaderamente lo necesiten encuentren un consuelo y ‘puedan compartir desde un poco de alimento hasta la auténtica alegría que nos da el nacimiento del Salvador. No nos dejemos robar ni la alegría ni la esperanza ni la Paz.
9. María de Belén, nuestra Señora de la Coromoto, junto con San José y el Niño Jesús nos acompañen y que, al celebrar el misterio de la Navidad podamos sentir la fuerza que viene de lo alto, con la cual podamos mirar el futuro del Reino de Dios, que lo es de justicia, paz y amor.
Con nuestra afectuosa bendición.
+Emmo. Sr. Cardenal
Jorge Urosa Savino
Arzobispo de Caracas
Presidente de Honor de la CEV
+Emmo. Sr. Cardenal
Baltazar E. Porras Cardozo
Arzobispo de Mérida
Presidente de Honor de la CEV
+Diego Rafael Padrón Sánchez
Arzobispo de Cumaná
Presidente de la CEV
+José Luis Azuaje Ayala
Obispo de Barinas
1° Vicepresidente de la CEV
+Mario Moronta Rodríguez
Obispo de San Cristóbal
2° Vicepresidente de la CEV
+Víctor Hugo Basabe
Obispo de San Felipe
Secretario General de la CEV

domingo, 18 de diciembre de 2016

Chávez,...Fernando Londoño

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HAVEZ, DIECIOCHO AÑOS 

Por Fernando Londoño Hoyos 

Se cumplieron este 6 de diciembre dieciocho años desde el día en que el pueblo venezolano eligió al Coronel Hugo Chávez Frías como Presidente de la República. 

La aventura populista que Chávez representa no se emprendió por casualidad. La Venezolana era una democracia cansada, aburrida, ineficaz y corrupta. Los dos grandes partidos, Acción Democrática y Copei se repartían el poder y lo ejercían sin ideas, sin norte, sin gracia. El petróleo les daba para alimentar una inmensa burocracia incompetente, que se limitaba, con el apoyo de todos los congresos, a vivir de fiado sobre su inmensa riqueza. 

El pueblo venezolano estaba acostumbrado a esperar poco, a trabajar poco y a exigir poco. Era tanta su abundancia, que engrosaba sus filas una copiosa legión de colombianos, que ávidos de aprovechar las oportunidades que el país les ofrecía, se instalaron en los puestos y empresas productivas, luchando con humildad por los bolívares que los alimentaban y sobraban para sus familias lejanas. La inmigración era grande y fecunda para el país. Desde la segunda guerra mundial se instalaron en Venezuela, además de las colombianas, trabajadoras y de sencillo perfil, muchas familias europeas que trajeron una cultura superior, espíritu de lucha y capacidad de emprendimiento. La gran masa de los venezolanos no aspiraba a mucho, pero tampoco le ofrecieron mucho. 

El terreno estaba propicio para la demagogia que se le vino encima. Chávez ocupó los baldíos que dejaba ese cuadro de corruptelas enormes, el llamado RECADI fue una de las mayores que se recuerden en Latinoamérica, de pobreza resignada, de expectativas casi inexistentes, de desigualdades formidables. 

Y ganó las elecciones. Sus antecedentes se limitaban a una carrera militar mediocre, a cuatro ideas socialistas mal digeridas y a una motricidad verbal notable. Lo acompañaba el recuerdo fresco de un Golpe de Estado fallido, de una prisión condescendiente y de un indulto suicida para el establecimiento. No debe ser casualidad que Castro, después de Moncada y Chávez, después del fallido asalto al Gobierno de Carlos Andrés, provengan de perdones cobardes. Así es la Historia.

Para que no faltara nada a la experiencia chavista, sobrevino la bonanza petrolera más impresionante de la Historia. La fortuna que manejó Chávez excede en mucho toda la que sumada tuvieron sus antecesores caudillistas y democráticos. La suerte le regaló todo, para que no pudiera quejarse de nada.

Y a Chávez lo acabó de enloquecer la mina de oro que le entregó el destino. La oportunidad socialista era plato servido en su mesa.

Y NO HUBO VENEZOLANO QUE LO ENFRENTARA.

No se le ocurrió, como a ningún socialista, la idea de que debiera conservarse y multiplicar la riqueza para repartirla luego. En absoluto. Del Rey Midas nunca se supo que construyera empresas con su oro. De los populistas tampoco. Por eso se dedicó a repartir el petróleo de más de cien dólares, a través de sus “misiones” inagotables. Y a predicar odio contra cuantos habían amasado una fortuna, fundado una fábrica, cultivado la tierra, administrado un banco o una compañía de seguros. El capital es maldito y debe estar en manos del Estado, que en esos regímenes se confunde con el pueblo. 

Le sobraron recursos para regalar por los países del continente, más a Cuba que a todos los otros, con la única condición de que se le parecieran en su credo marxista, cuando menos populista. Ese nuevo Papá Noel se paseó por el caribe, por Centroamérica, por la Argentina, por Bolivia y el Ecuador, regalando petróleo o tomando bonos basura. Varios de sus colegas tuvieron suerte parecida, como Correa, Evo, Cristina, Lula, que creyeron que la “alteración de los términos de intercambio” sería eterna. Y a redimir al pueblo se dijo. América Latina, después de la locura de los petrodólares de los 80, repitió la hazaña con aquellas ventajas gigantescas y efímeras. 

La herencia maldita de Chávez, la conoce el mundo. Colas interminables en las tiendas para comprar, con una moneda que no vale nada, cosas que no existen. Los niños y los viejos se mueren sin la menor compasión del régimen, víctimas de todas las carencias. 

Es un genocidio monstruoso que el mundo, desde el Vaticano incluido, contempla indiferente. Los campos yermos, las fábricas en ruinas, los comercios vacíos. Y por supuesto, cómo faltaría en un establecimiento así, las riquezas insolentes de la gran Nomenklatura, de los militares que aprovechan, de los cómplices que medran.

No se tenga por la memoria de Chávez la compasión que no merece. Maduro no es un accidente. Ese tipo de regímenes necesita mequetrefes así, para seguir tapando con montañas de basura retórica todas sus miserias y para mantenerse en el poder, lo único que importa, con las cárceles llenas, la sangre que corre por las calles, la mordaza que tapa la protesta. 

Hace dieciocho años empezó esta tragedia. ¡Y saber que nos quieren repetir la dosis! Que 

No vale "Taima". Mackey Areas



No vale “ taima”


Referencial / Agencias
Hay quienes se sorprenden porque, en medio de los procesos de diálogo, se mantengan las amenazas, la arbitrariedad y las posiciones enfrentadas. Pero el asunto es así. Si por el solo hecho de sentarse alrededor de una mesa los problemas cesaran pues ya no habría necesidad de ella. No hay magia en esto sino habilidades y claridad de objetivos. Durante las conversaciones que por décadas sostuvieron los gobiernos colombianos con la guerrilla era, justamente, cuando recrudecían los atentados, secuestros y las voladuras del célebre oleoducto Caño Limón-Cobeñas. Hay innumerables ejemplos de diálogos y acuerdos en la historia que parecían imposibles pero ocurrieron, no sin antes, por supuesto, demostrar igualmente que son procesos complejos, dolorosos y a veces lentos.
Impensable el que los Castro mandaran en Cuba por medio siglo y den un vuelco al país en un par de meses. Como impensable es el haber permitido a un gobierno cargarse la Constitución por casi dos décadas y pretender que un par de sentadas arrojarán resultados.
No obstante, parados donde estamos, hay que definir objetivos y adecuar estrategias. Ante todo, sincerar lo que se busca, si el fin de las penurias para este país o poner el pie en un escalón más alto para ganar ventaja política.
Tal vez lo primero sea encontrar la manera de que la oposición no se parezca más a ese exasperante juego de fútbol americano donde el infeliz del balón no logra avanzar un centímetro porque todos le caen encima para frenarlo.
Tal vez lo segundo sea no poner el acento en lo que no se hizo o se hizo mal y apuntar al próximo paso sin quitar el dedo de ese renglón. Por aquello de que es más importante perder la guerra que una batalla. Más de una vez hemos tenido que retomar la ruta que, entre berrinches y pataletas, hemos abandonado. En criollo se llama "tanto nadar para morir en la orilla". Aunque esto no es una guerra en toda regla, más bien una irresponsable reyerta entre cúpulas.
Cuando se cuestiona a la MUD su exceso de diatriba intestina, el argumento es que disentir entre ellos no es malo porque es signo de pluralidad y marca diferencia con el gobierno hegemónico. Cuando se cuestiona a los que cuestionan a la MUD, el argumento es que tienen derecho a la crítica, a menos de que la MUD se haya contagiado del silencio que quiere imponer el régimen. Pues cierto es también que quienes difieren de unos y de otros -la mayoría del país no alineada- tengan espacio para terciar y sean escuchados, no satanizados y atropellados. No en balde el Cardenal Porras, desde el Táchira, alertó sobre una oposición que se coloca "de espaldas a lo que el país desea". Pedir al Papa y al mundo que nos arreglen los entuertos sin siquiera presentar una cara coherente es, por lo menos, confuso.
Tal vez lo tercero sea pensar que estamos ante una de las fases más peligrosas que hayamos vivido como sociedad y que, mientras tengamos espacio para la civilidad, más nos vale aprovecharlo. Tenemos una presencia que no despreciaron muchos países en situaciones de conflicto: la Santa Sede. La historia enseña que tras las refriegas, si queda gente viva, se sientan en una mesa. Y eso es la sinrazón y el descrédito de todos los enfrentamientos. En un cuadro de violencia múltiple como el que vivimos en Venezuela, desdeñar sin más otros entarimados es dar luz verde a la anarquía. El liderazgo luce sobrepasado y eso es de alto riesgo.
Se proclama que el diálogo fracasó sin siquiera haber calentado asientos. Se ofrecen cifras sobre la pérdida de puntos de la oposición, como si de reseñar una victoria se tratara. Se grita a los cuatros vientos que el gobierno fue el más hábil. No se parece eso peligrosamente a lo que llaman “colaboracionismo”?
Cuando se instala una mesa, en medio de grandes desconfianzas y lógicas reservas, se piden mutuas muestras de buena voluntad. No ir a Miraflores era una de ellas y, gracias a que cumplió, la oposición es la que ha quedado mejor posicionada en esta volada y hoy puede decir que no vuelve hasta que el otro no cumpla. Ante cualquier ojo, es el gobierno el que dinamita el diálogo lo cual puede facilitar opciones que ni siquiera imaginamos y que, es posible sospechar, se están incubando lejos de este plató.
Pero la paradoja, lo inconcebible, es que son los propios factores de oposición los que cantan ganador a Maduro y al gobierno. Disparate suicida. Maduro lo que hace es intervenir descaradamente en un evento del cual no forma parte. Y no hay quien le ponga el cascabel a ese gato. En este país presidencialista eso adquiere dimensiones de siniestro saboteo. El diálogo no puede, como previno el periodista Manuel Felipe Sierra, convertirse en una especie de stand-up comedy. Una extravagancia de puede costar muy cara.
Otro melindre es pretender que se ha ordenado abandonar la calle. No ir a Miraflores no significa dejar la calle. Hay que mantenerla tanto como el gobierno mantiene sus abusos contra la gente e ignora sus compromisos. Es el pulseo que acompaña estos desarrollos terminales. Lo que pasa es que la calle plantea retos definitivos y hay quienes la temen pues no sabrían qué hacer con ella. Lo otro es calistenia y de eso ya tuvimos bastante. De nuevo allí el dilema de un objetivo claro. Hay quienes espolean la calle pero que otro monte al potro, que otro sea el que caiga al asfalto; hay quienes la evitaron cuando podían convocarla; y hay quienes prefieren no dar protagonismo a la sociedad sino mantener la atención sobre los devaneos de políticos de mucho foco y pocas luces.
El momento reclama algo más que una élite política que a ratos parece no haber entendido nada, que permanece inmadura y que vive enganchada en sus propias contradicciones. Esto configura un escenario potencialmente catastrófico tanto para el gobierno como para la oposición. Podría avecinarse un trazado parecido al que han padecido las sociedades previo a las grandes rupturas, hostilidades y hasta guerras: un país político completamente alejado del país nacional.
Historiadores y politólogos han recomendado, como tarea urgente para la oposición, recuperar la confianza. La Unidad Democrática debe reestructurarse y superar lo electoral. Pero es más cómodo culpar al Papa, al abuelito o a Serafín de nuestros errores, de que el gobierno se burle y nos haga la vida de cuadritos. Hay analistas y hasta periodistas veteranos que mantienen la proa contra El Vaticano lanzando acusaciones y estimulando suspicacias que bien podrían dirigir contra el verdadero adversario. No cabe duda de que esta coyuntura ha dejado ver los pies de barro de mucho caudillo mediático, de mucho gurú en red que solo ha resultado corifeo fanático.
El gobierno está en una apremiante encrucijada que, en nuestra jerga, se resume así: o corre o se encarama. Hoy se le ofrece una tercera posibilidad, negociar. Pronto no tendrá otra opción. Considerarla es lo más cuerdo, habida cuenta de que, como poder, es la parte que más debe aportar a este procedimiento. Sectores claves del oficialismo temen que la terquedad de los radicales se los lleve por delante. Se saben rehenes del extremismo más temerario. Lo conversan y lo rumian. En cualquier momento implosionan y el antecedente está en el consejo más prudente de nuestra historia reciente: “General, vámonos que el pescuezo no retoña”.
El gobierno no va a cumplir si una acción concertada,  consistente y permanente del otro lado no se pone en marcha, paralela a cualquier disposición de diálogo o negociación. Eso está claro. Siempre lo estuvo. Los motivos por los cuales no se actúa en esa dirección deben reptar por los recovecos de la política minúscula.
La culpa no la tiene el Vaticano, ni la gente que disciplinadamente ha salido cuando se la ha convocado, que ha votado cuando ha sido menester, que ha puesto muertos y que ha llevado la peor parte. Una enciclopedia podríamos escribir con las lecciones que esta sociedad ha ofrecido. Ni siquiera los negociadores más cuestionados son los culpables. Eso también lo tiene claro el ciudadano que mucho ha aprendido a lo largo de estos duros años. Por eso no coge calle sino cuando huele a filas cerradas entre la oposición, como el 9S. Llegará el momento en que cobrará por tanta pugna intestina y estéril. "Distinguir para unir", escribió el gran intelectual francés Jacques Maritain. No distinguir para liquidar. Por eso el gobierno apuesta a la división. Ese es el juego. Le tiene pánico a la calle. Y no puede haber taima ni distracción hasta que se logre el objetivo que tantas veces la Iglesia venezolana ha dibujado con nitidez: desmontar un proyecto moralmente inaceptable y volver a la reinstitucionalización del país. Puede ser en breve tiempo o resistir varias paradas y sentadas. Y esa balanza sí que la puede inclinar decisivamente la oposición. Lo otro es soltar a los demonios.
La mesa dará lo que tenga que dar. La sugerencia es ir preparando lo que sigue…-





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