martes, 15 de septiembre de 2015

El silencio de los culpables Juan M. Colmenares

Quiera Dios que quienes han creado este conflicto absurdo, no tengan motivos para arrepentirse”. (Carlos Andrés Pérez - Último discurso como presidente, 20 de mayo de 1993).
Han transcurrido 22 años desde esa fatídica fecha cuando los magistrados de la Corte Suprema de Justicia reunidos en Sala Plena, encontraron méritos para enjuiciar a Carlos Andrés Pérez. Una decisión que creó un nefasto precedente al actuar como un organismo político y no darle majestad al principio de la justicia.
Ese fue el episodio final de los promotores de la antipolítica. Un conjunto de individuos que se encargaron de desprestigiar a los políticos y apoyaron, por acción u omisión, la defenestración de Carlos Andrés Pérez. Individuos que sin autoridad, pero con influencia y poder, pactaron para imponer una agenda, vetando y bloqueando las reglas de la democracia. Francis Fukuyama llama vetocracia a esa disfunción de la democracia, caracterizada por el clientelismo y el pragmatismo, que estaría justificada por el desprestigio de los partidos políticos tradicionales y por el declive y desaparición de las ideologías como elemento diferencial. Fueron esos vetócratas de izquierda y de derecha que decidieron que a Carlos Andrés Pérez había que sacarlo. Un asunto de poder y de venganza, donde se unieron los viejos odios (de Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, Luis Alfaro Ucero, José Vicente Rangel y Ramón Escobar Salom); los resentidos que dejó el golpe de 1945, partidos políticos, periodistas y medios de comunicación; los Notables, náufragos y viudos políticos; y los grupos económicos que querían seguir manejando el país.
Desde esa fecha y por ese nefasto error histórico se inició el derrumbe político, económico y social de Venezuela; el deterioro de nuestras instituciones, la merma de nuestros derechos y la pérdida de la democracia.
En su segunda presidencia, Carlos Andrés Pérez puso todo su empeño en las reformas políticas, convirtiendo la Presidencia de la República de un poder absoluto a un poder moderado. Con Carlos Blanco desde la Copre y el Ministerio para la Reforma del Estado, con una visión federada de la gestión pública y en el proceso de descentralización, logró fundamentales cambios como la elección directa de gobernadores y alcaldes. Fue así como cuatro partidos políticos compartieron el poder en ese período presidencial: AD, Copei, MAS y Causa-R. Desde el punto de vista económico y con el  propósito de convertir a Venezuela en un país internacionalmente competitivo, entendió la necesidad de globalizar la economía, de vincularse a los centros mundiales de capital, de crear una sociedad productiva no rentista. Con su esfuerzo personal CAP colocó al país en la modernidad y conformó un gabinete integrado por talentos jóvenes, graduados en prestigiosas universidades del exterior y beneficiarios de su programa de becas. Se le podrían hacer muchas y serias críticas, pero con su afán modernizador dinamizó el aparato productivo, mejoró los servicios públicos, promovió la inversión extranjera y puso a crecer la economía en poco tiempo.
Muchos de esos personajes que se confabularon contra CAP y nuestra democracia, cómplices de este oscuro periodo que estamos viviendo, hoy lloran lágrimas de sangre porque este régimen mafioso les violó sus derechos: periodistas exiliados, empresarios arruinados, medios de comunicación cerrados, industrias expropiadas, fincas saqueadas, militares detenidos y familias separadas.
Unos dicen estar arrepentidos y colaboran con la oposición. Otros callan por interés o comodidad. Algunos sostienen tercamente su posición, se justifican y niegan haberse equivocado. Pero la mayoría mantiene un silencio indulgente, temeroso, complaciente y cobarde. El silencio de los culpables.

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