miércoles, 7 de octubre de 2015

Capriles siempre tuvo la razón MCH

Capriles siempre tuvo razón: Van a hacer fraude… Y qué?
Panfletonegro, 30 September, 
Volver a hablar sobre fraude en Venezuela ya no genera ninguna emoción, es un disco rayado .
La gente está obstinada de escucharlo. Pero para ser sinceros la gente está ladillada de escuchar cualquier cosa relacionada con política. Hemos llegado hasta el punto crítico de coma espiritual. El gobierno ha logrado convertir a la población venezolana al estado más primitivo de existencia humana, degradando nuestra dignidad hasta el punto de pulverizarla por completo.
La realidad es que es nuestra culpa. Siempre lo fue, desde el principio hasta el final.
Quien ha entendido muy bien el gran panorama de la situación venezolana ha sido y es Capriles.
Durante los últimos tres años el gobernador ha recibido coñazo tras coñazo desde el gobierno y desde la oposición, pero siempre tuvo razón y sus decisiones, desde aceptar la “derrota” el 7 de octubre, hasta mandar a la gente a la casa el 15 de Abril, todas sus grandes decisiones han sido correctas.
Para entender por qué digo esto hay que partir de la base que ni Capriles, ni Ramos Allup, ni Chuo Torrealba son unos idiotas.
Objetivamente, analizando la situación según los resultados palpables y concretos, el único líder que le queda a los venezolanos es Capriles. Leopoldo está preso hasta no se sabe cuándo y Maria Corina llegó a su tope de influencia.
Y aquellos líderes del pasado que algunas veces nos arengaron desde las tarimas a cientos de miles de manifestantes en aquellas épocas “alegres” de las largas manifestaciones, en las que se comía raspao de colita con leche condensada, y se cantaba a Diego Torres y su canción “Pintarse la cara color esperanza”, se han desvanecido.
El último hombre de pie es Capriles. Y el merito es totalmente suyo.
Durante años he creído y sigo creyendo que el gobierno ha desarrollado una maquinaria y sistema electoral totalmente fraudulento destinado a mantener por toda la eternidad este tumor canceroso en el poder. Y durante años fui crítico de Capriles y su falta de visión estratégica al “no reconocer” la gran trampa política en la que estábamos atrapados.
En pocas palabras, mi conclusión errónea era que si el chavismo había diseñado un sistema para ganar todas las elecciones, y la oposición seguía participando en cada una de ellas, sin denunciar ni oponerse activamente a la trampa, entonces lo que la oposición hacía en efecto era facilitar el objetivo del gobierno de mantenerse en el poder.  Es decir, al servir como oponente en el coliseo electoral, las masas podrían drenar su descontento de forma periódica. Podían votar, pero no elegir.
Pero el equivocado era yo, no Capriles.
¿Qué es lo que Capriles veía y lo que ve, que nosotros, los que no estamos en esa posición,  somos incapaces de ver?
Desde mi perspectiva limitada puedo responder de esta manera: Capriles veía lo que los opositores eran incapaces de ver. Capriles veía a la otra parte del problema. A la otra Venezuela. Al pueblo chavista. A la gente que aunque su vida del día a día se había limitado progresivamente debido al avance patológico de la revolución, veía y tenía en Chávez una figura paternal arquetípica con la que se identificaba profundamente.
Para un opositor era indigerible la idea de que alguien realmente apoyara un sistema que promueve la delincuencia desde las más altas esferas del estado. Pero la política nunca ha sido racional y nunca lo será. La identificación política se origina de fenómenos psicológicos profundos de identificación tribal que no tienen nada que ver con las ciencias ni el sentido común.
Capriles era y es capaz de ver esto.  Por lo tanto el cálculo que hizo Capriles para tomar aquellas dos grandes decisiones estuvo basado en el hecho de que el chavismo contaba con suficiente masa popular para impedir una revuelta popular post-electoral, tal como los radicales de la oposición estaban esperando y podría frenar el “momentum” de una potencial revuelta opositora.
Los que denunciaban el fraude y acusaban a la MUD de colaboracionista por participar en las elecciones o, peor aún, por  “dejarse robar”, en realidad carecen de la visión estratégica con la cual cuentan los verdaderos líderes políticos.
El cálculo que tuvo que hacer Capriles en realidad era muy sencillo cuando se tiene la responsabilidad de millones de vidas en sus manos. El gobierno cuenta con las armas. El gobierno está dispuesto a usar las armas para mantenerse en el poder. La oposición cuenta con un poco más de la mitad de la gente, pero tras dos días de marchas y guarimbas la gente volverá a sus casas a ignorar la situación y seguir tratando de vivir una vida “normal”, y en el proceso tirando a los políticos a los lobos del gobierno, y dejando el camino repleto de  sacrificios humanos que perdieron sus vidas en vano.
Cuando Capriles aceptó las trampas, se “dejó robar”, de la misma manera que se deja robar la camioneta alguien a quien le apuntan con una nueve milímetros a la cabeza.
Capriles eligió la vida sobre la muerte. Capriles eligió tener una nueva oportunidad para vencerlos de la mejor forma que se le puede vencer a este gobierno: con los votos.
Seamos sinceros y revisemos cuál es nuestra responsabilidad en todo este desastre. Si queremos establecer un gobierno democrático, si queremos que la “sexta república” sea una nación libre y ejemplar para el mundo, si queremos repetir la gesta de Bolívar de no sólo ganar la libertad sino renovar los valores fundamentales de la democracia, tenemos que seguir el camino democrático aunque el gobierno NO sea democrático.
No se puede establecer un curso democrático para una nueva patria si la semilla fundamental que sembramos para establecerla fue la violencia.
Derrotar este gobierno con los votos no sólo sería la venganza perfectamente irónica para este sistema dictatorial bananero, sino que plantaría los fundamentos sólidos de una verdadera democracia en el futuro.
¿Pero se puede derrotar a este gobierno con los votos?
La pregunta más bien debería ser, reconocerá este gobierno una derrota electoral?
O, ¿será capaz Tibisay Lucena  de emitir un resultado desfavorable para el gobierno en la noche del 6 de diciembre?
La respuesta a esa pregunta sólo Dios la sabe. No voy a hacer el ridículo de intentar hacer un pronóstico cuando he fallado en todos los intentos anteriores.
Pero lo que si podemos preguntarnos, y respondernos, cada uno de nosotros es:  ¿Cuál es mi deber como venezolano? ¿Qué añoro de la Venezuela del pasado? ¿Qué espero de la Venezuela del Futuro?
Si extrañamos la democracia entonces tenemos que ejercerla. Si añoramos y deseamos que vuelva la democracia entonces tenemos que apreciar el último resquicio de democracia que nos queda.
Tenemos que valorar ese momento glorioso frente a la máquina de votación fraudulenta y sentir el placer de votar en contra de este gobierno.
Y si cada uno de nosotros hace lo que su corazón le pide que haga entonces quizás ocurran cosas imprevistas, quizás haya un cambio en el guión repetido que hemos escuchado todas las desdichadas noches electorales que precedieron a este momento.
Quizás la gente no se vaya de su centro de votación. Quizás la gente no vuelva a sus casas a deprimirse sobre sus camas, sino que se quede en las calles protegiendo su tesoro preciado.
Quizás el CNE no sea tan invencible como pensamos. Quizás la trampa se pueda sortear con una avalancha de votos.
Quizás “salga alguien” que no esperemos, alguien honesto, convenido, o sencillamente harto de esta mierda, alguien que tenga el poder de inclinar la balanza hacia el otro lado.
Capriles es el último hombre de pie en este coliseo político que ha consumido decenas de líderes en los últimos dieciséis años a merced de los leones, o mejor dicho, de las hienas comunistas.
Escuchemos a Capriles.
Vayamos a votar y que hagan toda la trampa que quieran, pero usted frente a la maquinita tramposa, usted tiene la gran oportunidad de votar en contra del gobierno, de rechazarlo, y quién sabe, quizás hasta tenga el poder de hacer un milagro y de cambiar su vida para siempre.

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