MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
sábado 5 de diciembre de 2015 12:00 AM
Escuchando los discursos de campaña pronunciados por los jefes y candidatos del castrochavismo pareciera, camarita, que no han sido ellos quienes han (des)gobernado al país durante los últimos 17 años.
En efecto, sus arengas proselitistas y consignas populistas de campaña parecieran sugerir que fueron "otros" quienes ejercieron esas funciones y, por tanto, serían esos "otros" los causantes del caos imperante, del deterioro económico, social, moral y físico del país; del despilfarro y la corrupción; de la escasez, la inflación, las colas para adquirir bienes racionados y del latrocinio de los bachaqueros; de la inseguridad, el hacinamiento y la violencia en las cárceles; de las tropelías e impunidad de los mal llamados "colectivos"; del endeudamiento y la merma de las reservas del BCV; del cierre de empresas, la pérdida de trabajo formal y del contrabando de extracción; del crecimiento de la pobreza y del deterioro de la educación y la salud; del déficit de vivienda y los precios impagables de los alquileres; de la represión por motivos políticos, la violación de los derechos humanos y el encarcelamiento ilegal de figuras opositoras; y de la entrega del país -vía concesiones y endeudamiento- a los intereses de Cuba, China y Rusia.
Por lo tanto y siempre según el pregón rojo-rojito ni la revolución bonita, ni el Socialismo del Siglo XXI, ni el Gobierno de Calle, ni el Plan de la Patria, ni el Plan Patria Segura con sus cuadrantes, ni el Modelo Socioproductivo Socialista, ni las leyes Habilitantes, ni la Ley de Precios Justos y otras similares, ni los arrebatos expropiatorios del Eterno, ni el despropósito de la regulación de precios de bienes y servicios del mostacho injurioso, ni la intromisión cubana -por proveer el modelo político-económico-social y los métodos de represión y control de la sociedad por la vía de la dependencia del Estado- son los causantes y por tanto culpables únicos y principales del anárquico-desbarajuste que hoy es Venezuela.
No, camarita, los "grandísimos" culpables de la demolición del país -siempre según la prédica del régimen militarcívico- son la IV República, la ultraderecha apátrida, el paramilitarismo, los pelucones, la burguesía parasitaria, la canalla mediática, el capitalismo, el Imperio injerencista, el pitiyanquismo, el triángulo Miami-Madrid-Bogotá, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las agencias calificadoras de riesgo y la guerra económica. Por ahí van los tiros, según ellos.
Pero ninguna campaña difamatoria ni treta distractiva orquestada en cayapa y desde el ventajismo que otorga la arbitrariedad y el abuso de poder -aun cuando ésta se transmita mediante "cadenas-no-cadenas" de televisión- logrará convencer a los ciudadanos de lo contrario. Sí hay un gran causante y responsable del caos y la ruina nacional. El país conoce perfectamente de quién se trata. No hay confusión posible. Y sabe cómo sancionarlo. Y lo castigará con el arma más letal: el voto.
El soberano se hartó de mentiras. Del discursito redentor. De las dádivas. De los registros y las listas de espera. De promesas incumplidas. De las comunas y los consejos comunales. Del control del Estado. De escuchar insultos. De la confiscación de su programa televisivo favorito. Del espíritu que canta. De anaqueles vacíos. De precios impagables. No aguanta más el "no hay". El "pon la huella". El "hoy no te toca comprar". No está dispuesto a seguir haciendo colas, excepto la de mañana, para expresar su frustración y también para obtener su redención.
msanmartin@eluniversal.com
En efecto, sus arengas proselitistas y consignas populistas de campaña parecieran sugerir que fueron "otros" quienes ejercieron esas funciones y, por tanto, serían esos "otros" los causantes del caos imperante, del deterioro económico, social, moral y físico del país; del despilfarro y la corrupción; de la escasez, la inflación, las colas para adquirir bienes racionados y del latrocinio de los bachaqueros; de la inseguridad, el hacinamiento y la violencia en las cárceles; de las tropelías e impunidad de los mal llamados "colectivos"; del endeudamiento y la merma de las reservas del BCV; del cierre de empresas, la pérdida de trabajo formal y del contrabando de extracción; del crecimiento de la pobreza y del deterioro de la educación y la salud; del déficit de vivienda y los precios impagables de los alquileres; de la represión por motivos políticos, la violación de los derechos humanos y el encarcelamiento ilegal de figuras opositoras; y de la entrega del país -vía concesiones y endeudamiento- a los intereses de Cuba, China y Rusia.
Por lo tanto y siempre según el pregón rojo-rojito ni la revolución bonita, ni el Socialismo del Siglo XXI, ni el Gobierno de Calle, ni el Plan de la Patria, ni el Plan Patria Segura con sus cuadrantes, ni el Modelo Socioproductivo Socialista, ni las leyes Habilitantes, ni la Ley de Precios Justos y otras similares, ni los arrebatos expropiatorios del Eterno, ni el despropósito de la regulación de precios de bienes y servicios del mostacho injurioso, ni la intromisión cubana -por proveer el modelo político-económico-social y los métodos de represión y control de la sociedad por la vía de la dependencia del Estado- son los causantes y por tanto culpables únicos y principales del anárquico-desbarajuste que hoy es Venezuela.
No, camarita, los "grandísimos" culpables de la demolición del país -siempre según la prédica del régimen militarcívico- son la IV República, la ultraderecha apátrida, el paramilitarismo, los pelucones, la burguesía parasitaria, la canalla mediática, el capitalismo, el Imperio injerencista, el pitiyanquismo, el triángulo Miami-Madrid-Bogotá, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las agencias calificadoras de riesgo y la guerra económica. Por ahí van los tiros, según ellos.
Pero ninguna campaña difamatoria ni treta distractiva orquestada en cayapa y desde el ventajismo que otorga la arbitrariedad y el abuso de poder -aun cuando ésta se transmita mediante "cadenas-no-cadenas" de televisión- logrará convencer a los ciudadanos de lo contrario. Sí hay un gran causante y responsable del caos y la ruina nacional. El país conoce perfectamente de quién se trata. No hay confusión posible. Y sabe cómo sancionarlo. Y lo castigará con el arma más letal: el voto.
El soberano se hartó de mentiras. Del discursito redentor. De las dádivas. De los registros y las listas de espera. De promesas incumplidas. De las comunas y los consejos comunales. Del control del Estado. De escuchar insultos. De la confiscación de su programa televisivo favorito. Del espíritu que canta. De anaqueles vacíos. De precios impagables. No aguanta más el "no hay". El "pon la huella". El "hoy no te toca comprar". No está dispuesto a seguir haciendo colas, excepto la de mañana, para expresar su frustración y también para obtener su redención.
msanmartin@eluniversal.com
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