jueves, 4 de septiembre de 2014

El día que llegó la justicia Rubén Yanes

El día que llegó la justicia

RUBENS YANES |  EL UNIVERSAL
jueves 4 de septiembre de 2014  12:00 AM
El juez leyó su sentencia y golpeó con su martillo el escritorio, produciendo un eco reverberante que se transformó en silencio infinito. Las caras de los presentes se convirtieron en piedra, a excepción de la del pobre hombre que ahora escuchaba que se podía ir a su casa, a pesar de haber sido acusado injustamente por el Ministerio Público. Se había hecho justicia por primera vez en muchos años y las consecuencias de este sencillo gesto serían insospechadas.

El primer síntoma de que lo sucedido traería secuelas, se sintió en el mismo Palacio de Justicia, donde el estallido del martillo del primer magistrado hizo temblar las paredes para instalar el silencio. Minutos después, otro dubitativo juez decidió independizarse del tiránico teléfono que le dictaba qué decidir. Éste sonaba y sonaba desesperado reclamando una liberación. El juez lo apagó y se decidió a seguir el ejemplo de su colega. Se produjo otra sentencia justa, sellada por un martillazo valiente y que condujo al acusado a la cárcel.

Una sucesión de explosivas sentencias comenzaron a darse en Palacio, generando movimientos telúricos que pronto se sintieron en toda la ciudad.
Peatones y conductores acusaron recibo de la situación y de pronto, los motorizados tuvieron vergüenza de montarse en las aceras, los fiscales ya no quisieron matraquear al taxista desprevenido y los peatones se fueron arrimando al rayado. "Como que mejor nos portamos bien, no nos agarre un juez justo", advertía una señora a su nieto mientras esperaba la luz para cruzar una calle.
En las torres de oficinas también comenzó a respirarse un aire fresco. Quienes tienen el poder, al principio intentaron coaccionar a los jueces justos, pero pronto desistieron al ver que eran cada vez más y más. Así que decidieron apegarse a la ley, ya que sabían que tampoco contaban con el apoyo de las masas para justificar desmanes.

Banqueros, empresarios, obreros, oficinistas se fueron sumando a la nueva realidad. Asimilándola, tratando de aceptarla. Algún desubicado quiso interrumpir el proceso. Salió a la calle, rompió una vitrina, gritó "¡Saqueo! ¡Saqueo!", pero rápida y respetuosamente fue aprehendido por la policía. "No lo golpeen, no nos vaya a agarrar un juez justo", se le oyó ordenar al cabo segundo que lo conducía a Cotiza.

Al día siguiente la noticia salió en los titulares de todos los diarios, a pesar de algunas presiones de última hora que no tuvieron éxito. A donde no había llegado la onda expansiva del martilleo del juez, fue llegando poco a poco. Como un virus de alto contagio.

Quienes se oponían al imperio de la ley y la justicia se vieron rodeados. Algunos patalearon. Otros dimitieron sin que mediasen guarimbas o acusaciones de golpe.

La gente no se angustió a pesar de lo profundo del cambio. Ahora todos tenían claro hacia dónde iría el país y cómo se regimentaría.

@rubensyanes

No hay comentarios.:

Publicar un comentario