lunes, 29 de septiembre de 2014

Nuestra contribución al invernadero Gustavo Roosen

Nuestra contribución al invernadero

La reciente reunión de la ONU sobre el tema del cambio climático ha servido para muchas recriminaciones, además de para muchas promesas. La preocupación por la concentración de gases de efecto invernadero no ha hecho sino crecer con el tiempo, pese a las apremiantes declaraciones oficiales y a las medidas que algunos países han venido tomando, con resultados no del todo satisfactorios todavía.
En el centro del debate está el uso de los combustibles fósiles, incluida la perspectiva de los factores eficiencia, productividad y alternativas energéticas. La condena generalizada a los países industrializados hecha por voceros de Venezuela contrasta en este punto con dos realidades muy elocuentes: el enorme subsidio interno al combustible y su consecuente derroche por una parte y, por otra, la ineficiencia en la búsqueda de alternativas más eficaces y menos contaminantes para el transporte público.
Un reciente estudio de José Ramón Morales, investigador y profesor del IESA, muestra hasta la evidencia el alarmante nivel de improductividad que exhibe el país en el uso de los combustibles fósiles. El subsidio al combustible no solo es altamente costoso (13.500 millones de dólares solo en transporte, 27.000 millones sumando la generación de energía termoeléctrica), sino, además, altamente ineficiente. Nuestro consumo de energía per cápita duplica el de Brasil o Uruguay y triplica el de Colombia y Perú. Sin embargo, con la misma unidad de energía producimos la mitad que Uruguay y un tercio que Perú y Colombia.
Los datos son especialmente reveladores en el sector transporte. En transporte vehicular cada venezolano consume en promedio cuatro barriles anuales de combustible, cuando lo esperado para un país con nuestro nivel de actividad económica es de dos barriles y de apenas uno lo logrado por los más eficientes de entre ellos. Consumimos en transporte cuatro veces más energía que los peruanos o los colombianos.
Las estadísticas, en este punto, obligan a volver la mirada a la realidad: un sistema de transporte público insuficiente e ineficiente, evidencia del fracaso de las políticas públicas en esta materia y de la falta de capacidad y voluntad para cumplir las múltiples promesas hechas al país. Para constatarlo no hay sino que ver, por ejemplo, el estado de abandono de los proyectos ferroviarios, el deterioro de los equipos, la acumulación de problemas con los contratistas, el retraso de los proyectos, la pérdida de las inversiones. Hemos vivido una política de anuncios y de rieles fundacionales. El estado de los proyectos, marcado por el atraso o el abandono, justifican la desconfianza popular en el cumplimiento del Plan Nacional de Desarrollo Ferroviario, con su meta de 13.665 kilómetros de vías férreas para el año 2030. De hecho, los ofrecimientos para 2012 y 2013 no han sido cumplidos.
El compromiso con el ambiente no puede reducirse a los discursos en la ONU. No basta con mostrar el aporte de una naturaleza excepcionalmente rica y biodiversa. Hace falta, además, afirmar el compromiso en medidas concretas para reducir nuestra contribución al calentamiento global. Hace falta pensar que el despilfarro de combustible alentado por el subsidio y la ausencia de una eficaz política de transporte público se miden finalmente en contaminación. Emitimos mucho más CO2 que otros países con economías de igual tamaño. Solo en transporte nuestras emisiones per cápita triplican las de Colombia. Suman 1,7 toneladas métricas de CO2 por persona, contrastando con el nivel deseado de 0,9 y, más aun, con el 0,5 de los más eficientes.
A los países desarrollados les corresponde hacer un esfuerzo visiblemente mayor que el observado hasta el presente para cumplir las metas fijadas y los compromisos adquiridos. Este imperativo de ninguna manera exime al resto de países de la obligación de avanzar hacia una mayor eficiencia energética y de promover políticas públicas que eviten el despilfarro de combustibles fósiles y reduzcan el daño al ambiente. Venezuela, en concreto, tiene algo que hacer. En este como en otros campos, el gobierno no puede hacerlo solo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario